#ZonaCero | Sepulturero de día; pastor por la noche

19 de Diciembre de 2024

#ZonaCero | Sepulturero de día; pastor por la noche

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Por la mañana, Izaías Nascimento ayuda en los servicios
funerarios a las víctimas de Covid, en Amazonas; a las siete de la noche, se da un baño y después acude a la Iglesia Alcanzando Vidas

MANAOS, Brasil. Izaías Nascimento tiene una doble vida: de día, presta servicios funerarios a familias pobres que pierden a sus seres queridos, muchos por el coronavirus en Manaos, el corazón de la Amazonía brasileña. Entrada la noche, es un pastor evangélico que da consuelo en tiempos de pandemia.

Dios, asegura, lo llamó hace cuatro años: “Vas a cuidar de mis hijos que están necesitando una palabra amiga”, cuenta Izaías que oyó en sus oraciones.

Desde entonces, se convirtió en pastor de la Iglesia Pentecostal Alcanzando Vidas, una misión que cobró más sentido cuando llegó el coronavirus a Brasil, el segundo país más azotado por la pandemia, detrás de Estados Unidos.

Con casi 70 mil contagios y más de tres mil muertos, el estado Amazonas figura entre los más afectados por el virus, y su capital Manaos, estuvo al borde del colapso en mayo cuando los óbitos diarios subieron un 200% y el sistema de salud estaba saturado.

Su facilidad de palabra y empatía ayudan al pastor Izaías durante sus horas de trabajo en SOS Funeral, un programa social de servicios fúnebres de la alcaldía para familias de escasos recursos.

A las siete de la mañana, día promedio, comienza su jornada de 12 horas. Este hombre de 49 años, de aspecto fortachón, se viste de pies a cabeza con equipo de protección anticoronavirus y en una furgoneta, con ataúdes a bordo, sale a buscar los cadáveres en los hospitales o en las casas.

“Siento el dolor del prójimo. Este trabajo es lo que más amo, Dios me puso ahí”, dice, explicando que el programa ayuda a las familias con el ataúd y con el traslado del cuerpo hasta el cementerio.

A las siete de la noche, Izaías regresa a su casa, se da un baño y cena con su familia. Pero su jornada continúa, porque sale de nuevo para oficiar una misa en la casa de algún miembro de su iglesia.

Su voz enérgica resuena en la pequeña cocina de una de las “hermanas” que ofreció su humilde casa de ladrillo para realizar el encuentro. Las autoridades prohibieron las misas para evitar aglomeraciones.