Los partidarios de aligerar las restricciones aplicadas contra el nuevo coronavirus, están furiosos ante la posibilidad de que una segunda ola de la epidemia obligue a imponer nuevos confinamientos en Europa y en otros lugares.
Desde hinchas de futbol, hasta los partidarios de las teorías del complot de extrema derecha, pasando por algunos jefes de Estado, son algunos de los que protestan.
El movimiento Querdenken-711 o Pensadores no conformistas-711, que apareció en Stuttgart (sudoeste de Alemania) por iniciativa de Michael Ballweg, un empresario informático, convocó a mediados de abril, a manifestaciones contra las restricciones decretadas contra el nuevo coronavirus.
Sus partidarios son una mezcla heterogénea de personas que se declaran “pensadores libres”, activistas antivacunas, adeptos a la teoría de la conspiración, y simpatizantes de extrema derecha. Protestan contra la “dictadura” de las medidas que, según ellos, atentan contra la libertad garantizada en la Constitución.
Un grupo llamado “Virus verdad”, codirigido por el exprofesor de bioquímica y danza Willem Engel, reivindica el derecho a cuestionar las decisiones de las autoridades sanitarias.
En Londres, decenas de personas protestaron en julio contra la obligación de llevar mascarilla en las tiendas y supermercados ingleses. Muchos agitaban pancartas que sugerían por ejemplo, que las medidas preventivas contra el virus servían para “controlar las mentes”.
En Madrid, decenas de personas sin mascarilla se reunieron el 12 de julio para gritar “no a la dictadura”, con pancartas que contenían mensajes contrarios a las mascarillas, las vacunas, y el 5G.
Algunos líderes políticos tampoco han ocultado su escepticismo. El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, se opuso a las medidas de confinamiento pese a dar positivo al virus, y pasar tres semanas en cuarentena el mes pasado.
En Estados Unidos hasta mediados de julio, el presidente Donald Trump se opuso categóricamente a ponerse la mascarilla. Muchos sheriffs también se han opuesto a ella en sus condados a pesar de haber sido decretada por los estados.
En Italia, el líder de extrema derecha Matteo Salvini, fue muy criticado la semana pasada después de hablar en el Senado sin mascarilla, declarando que “saludar con los codos es el final de la raza humana”. Desde entonces ha dado marcha atrás, afirmando que hay que ponérsela “cuando sea necesario”.