Hasta ahora, se sabía con seguridad que la variante B.1.1.7, detectada por primera vez a finales de 2020 en Inglaterra, tenía una mayor tasa de infectividad o transmisibilidad; sin embargo, un estudio realizado por epidemiólogos de las universidades de Exeter y Bristol, demostró que este linaje del coronavirus SARS-CoV-2 se asocia con una tasa de mortalidad significativamente más alta en comparación con las cepas que circulaban anteriormente.
La dificultad para conocer este dato estriba en que las poblaciones de pacientes que tienen esta variante o alguna de las otras son difícilmente comparables; sin embargo, el estudio publicado ayer en el British Medical Journal (The BMJ), logró tener 54 mil 906 parejas de pacientes integradas por similitud de los casos (cabe agregar que esta muestra fue posible porque el Reino Unido es el país que hace más secuenciaciones de muestras Covid-19 en el mundo).
La variante B.1.1.7 provocó 227 muertes mientras que las cepas anteriores sólo provocaron la muerte a 141 pacientes.
“Centramos nuestro análisis en los casos que ocurrieron entre noviembre de 2020 y enero de 2021, cuando tanto las variantes antiguas como la nueva estaban presentes en el Reino Unido. Esto significaba que estábamos en posibilidad de maximizar el número de ‘coincidencias’ y reducir el impacto de otros sesgos”, dijo Leon Danon, autor principal del estudio, a la agencia EurekAlert.
Esta semana, diversas escuelas británicas abrieron sus puertas después de permanecer cerradas por la pandemia.
En ciertas condiciones, el SARS-CoV-2 parece capaz de mutar rápidamente, por lo que el investigador de la Universidad de Bristol agregó que “existe una preocupación real de que surjan otras variantes con resistencia a las vacunas que se transmitan rápidamente. El monitoreo de nuevas variantes a medida que surjan, la medición de sus características y la actuación adecuada deben ser la clave en la respuesta de los sistemas de salud pública en el futuro”.
A pesar de lo perniciosa que resulta la variante B.1.1.7, Ellen Brooks-Pollock, también de la Universidad de Bristol, comenta que “fue una suerte que sus mutaciones ocurrieran en una parte del genoma cubierta por pruebas de rutina. Las mutaciones futuras podrían surgir y extenderse sin control”.