Tras meses y a veces años de planificación lleva organizar una fiesta de XV años, pero el coronavirus les arrebató la ilusión a las adolescentes que celebrarían su anhelada fiesta; un ritual muy arraigado en América Latina.
Las grandes celebraciones y eventos, fueron suspendidos debido a los rigurosos confinamientos impuestos en la mayoría de países. Tras seis meses de pandemia y sin una perspectiva clara de final, ellas cruzan los dedos para que al menos en 2021, puedan vivir el esperado momento.
“Me puse mal, porque fue un día antes, pero por suerte estaba en el colegio y mis amigos estaban ahí para apoyarme y me consolaron, y también los profesores”, cuenta la argentina Mía Minutillo, mientras desenfunda con cuidado el vestido que luciría, y que desde mediados de marzo, cuelga en el armario.
Similar a un traje de novia —blanco, de gasa y raso bordado en pedrería—, se lo prueba y lo nota ahora un poco flojo, pero sabe que hay tiempo de ajustarlo antes del 20 de marzo próximo. “Una estimación”, dice ella, consciente de que tampoco hay garantías para entonces.
En medio de la cruda crisis que atraviesa Venezuela atizada por la pandemia, la familia de Sidneidy Uray, y Yeikalin González, se empeñó en mantener el festejo.
“Aunque no fue lo que nosotras esperábamos, fue algo inolvidable de verdad”, dice Sidneidy de la modesta fiesta que celebraron estas medias hermanas en el popular barrio de La Vega, en Caracas.
Cancelado. La argentina Mía Minutillo muestra el vestido que iba a lucir en su fiesta de XV años.
“Pensé que iba a ser mi año”
Valeria Halit Carreño cuenta que lo que sintió fue una mezcla entre amargura y tristeza. “Pensé que este año iba a ser mi año, iba a poder celebrar mis XV años, iba a tener mi fiesta en grande”, cuenta esta panameña al lado de su madre, Yamileth Pastor, que agrega que su hija “lloró muchos días, muchas noches”.
En México, Eréndira Sánchez confiaba en que le ganaría al revuelo del nuevo coronavirus. “Siento algo de nostalgia. A veces me da una pequeña depresión porque digo: ¿no se va a hacer feo, no se va a arrugar?”, se pregunta mirando su vaporoso vestido de encajes y flores bordadas, que pensaba combinar con una diadema brillante.
Su padre, Eduardo Sánchez, dice que pese a que ya perdieron dinero con la cancelación, están dispuestos a asumir el gasto adicional de reintentarlo el año que viene, porque aunque “lo económico es difícil” le preocupa más “la ilusión que ella tenía”.