Confrontada a un resurgimiento de nuevos casos de coronavirus en verano, especialmente en Cerdeña, Italia organizó de inmediato pruebas de diagnóstico rápidas para los turistas que regresaban de la isla en ferry al puerto de Civitavecchia, 70 kilómetros al norte de Roma. Pero el domingo los horarios cambian.
Este domingo al amanecer, se había formado una larga cola de autos y vehículos de dos ruedas frente a un gran estacionamiento ubicado a las afueras del puerto, refiere la agencia AFP. Destacan dos enormes carpas por las que, se supone, los vehículos deben desfilar uno por uno.
El único problema: las barreras están cerradas y no se ve un alma en el horizonte. No obstante, a las 6:30 de la mañana (hora local de Italia), centenares de pasajeros habían desembarcado de los primeros transbordadores que llegaron.
Un pasajero impaciente llama al número de teléfono gratuito que figura a la entrada y escucha un contestador que le revela: “el drive-in está cerrado los domingos”. La noticia se expande como la pólvora, causando sorpresa y consternación.
“Estamos en Italia, el coronavirus descansa en domingo”, bromea Francesco Nevolo, barbudo, de 41 años, con una sonrisa jovial apoyado en su scooter, mientras palmea nerviosamente su casco. “Es domingo y la gente vuelve de vacaciones, pero estamos en Italia...”, soltó con tono más resignado.
Entretanto, la fila de coches continúa creciendo hasta bloquear la rotonda vecina. Se acerca un policía y dice: “El drive-in no abre los domingos, así que les ruego que circulen”.
Los más testarudos quieren esperar hasta las 9:00 de la mañana, el resto se da por vencido y vuelve a la carretera. Los que optaron por quedarse encienden sus teléfonos móviles y entablan conversaciones con sus compañeros de desgracia, en tanto el propietario del café de la esquina se frota las manos.
“Es una burla, no hacen nada para mejorar la situación”, dice Jacopo, un joven alto de 24 años, de ojos claros. “En casa está mi abuela, que tiene 95 años, no puedo tomar riesgos”, explica.
Con los brazos colgando o con un cigarrillo en la mano, todos se entretienen como pueden esperando la hipotética apertura del drive-in.
De golpe, a las 8:30 de la mañana, todo cambia: llega una enfermera que provoca una salva de aplausos. “Sólo soy yo”, reacciona con una sonrisa, relata la AFP.
Rápidamente se unen a ella miembros de Protección Civil y de la Cruz Roja italiana, quienes reparten formularios a rellenar por los viajeros con distintos datos. Se abre el acceso al estacionamiento y los vehículos entran ordenadamente en una especie de serpenteo.
A las 9:00 de la mañana en punto comienzan las pruebas. Los que tuvieron la paciencia de esperar recibirán sus resultados en un plazo máximo de 48 horas.
Este domingo al amanecer, se había formado una larga cola de autos y vehículos de dos ruedas en espera de las pruebas rápidas.
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