Río de Janeiro, Brasil. Ingrid dos Santos ignora quién ha estado recibiendo su salario de enfermera en un hospital de campaña para pacientes con coronavirus en Río de Janeiro. Lo único que sabe, es que no ha sido ella.
“¿A dónde fue el dinero? Nadie lo sabe”, dice esta enfermera técnica de 28 años, que no recibe su salario desde mayo por un contrato en un hospital improvisado que nunca llegó a funcionar en la localidad suburbana de Duque de Caixas.
El salario y la indemnización por su despido siguen apareciendo en su registro de seguridad social, una señal de que alguien está robando dinero público y trata de disimularlo.
El caso ilustra una de las tantas tretas ideadas para robar millones de reales de los fondos liberados por el gobierno para combatir la pandemia, en el segundo país con más casos y más muertos por el virus.
Brasil tiene un largo historial de escándalos de corrupción, pero incluso para los estándares locales los casos de malversación que se aprovechan de la tragedia causan indignación.
El estado de Amazonas fue acusado de comprar ventiladores con sobreprecio en una tienda de vinos; el gobernador de Río de Janeiro enfrenta un juicio de destitución por el encargo de siete hospitales de campaña, cinco de los cuales nunca llegaron a construirse; y el secretario de Salud de Brasilia fue arrestado el martes por irregularidades en la compra de test. En total, en 11 de los 27 estados se han identificado casos de corrupción.
Hasta el nombre y los datos del astro del futbol Neymar fueron usados para pedir, y recibir, el bono mensual de 600 reales (2 mil 400 pesos) que entrega el gobierno a los brasileños más pobres y afectados por el confinamiento.
Dos Santos asegura que más de mil de sus colegas pasan por su misma situación. “Sólo sabemos que nosotros, que estábamos en la línea del frente, fuimos olvidados”, agrega la joven. Los expertos aseguran que la corrupción encontró nuevos canales al inicio de la pandemia.