En la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México, el delegado de Tláhuac, Rigoberto Salgado, se defendió públicamente y dijo que no tiene ningún vínculo con la delincuencia, organizada o desorganizada. En privado sostiene lo mismo, pero tiene dos preocupaciones, dicen los que saben. Una es la certeza de que en breve va a ser detenido por las autoridades, no sabe si capitalinas o federales, acusado por delitos que desconoce. La otra, su creencia de que su vida y la de su familia están en riesgo, porque, no lo dice de esta forma, pero lo sugiere, lo están señalando en Tláhuac, los malosos por supuesto, que él delató a Felipe de Jesús Pérez Luna, apodado El Ojos, líder violento del narcomenudeo en al menos una tercera parte de la Ciudad de México, y abatido por comandos de élite de la Marina, hace dos semanas. Oséase, ni para dónde hacerse.