A las puertas de los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín, disidentes chinos se quejan de haber sido expulsados de la omnipresente aplicación de mensajería WeChat, un movimiento habitual del poder antes de grandes eventos.
En un país hiperconectado, quedar excluido de WeChat equivale a una muerte social: no puede usar el servicio de mensajería ni de pago virtual, pero tampoco descargar el certificado sanitario que da acceso a numerosos comercios y transportes públicos.
Ocho intelectuales o militantes por los derechos humanos indicaron a la AFP que su cuenta de WeChat había sido bloqueada o que no podían acceder a algunas de sus funciones, como los mensajes en grupo, desde inicio de diciembre.
Tencent, el grupo privado que gestiona la aplicación, no respondió a las preguntas sobre esta cuestión.
Las restricciones se suman a las recientes detenciones de dos militantes por incitar a la subversión, el abogado Xie Yang y el escritor Yang Maodong.
Además, desde diciembre no se tienen noticias del abogado Tang Jitian, que acudió a Pekín para participar en un evento sobre los derechos humanos en la delegación de la Unión Europea. Sus allegados creen que está detenido en secreto.
“Esta ola de cierres de cuentas de WeChat es brutal y sin precedentes”, observó la periodista Gao Yu, que constató anomalías en su propia cuenta desde el 20 de diciembre.
“Fachada inmaculada”
Las autoridades comunistas suelen bloquear el acceso a internet a los disidentes o alejarlos de la capital cuando se acercan grandes celebraciones y aniversarios, entre ellos el de la masacre de Tiananmen en 1989.
Los Juegos de Pekín-2022 no han sido la excepción.
“El poder procura que la gente no cruce la línea roja en internet y profane la fachada inmaculada de los Juegos Olímpicos de Invierno”, comenta la investigadora Yaqiu Wang, de la asociación estadounidense Human Rights Watch.
“Los Juegos Olímpicos y sus preparativos son periodos extremadamente sensibles”, observa un militante, cuya cuenta de WeChat ha sufrido restricciones de servicio en dos ocasiones en los últimos dos meses.
La previa de la contienda olímpica ya se ha visto salpicada por numerosas polémicas, entre ellas la desaparición de la esfera pública durante unas semanas de la tenista Peng Shuai, que había denunciado a principios de noviembre una agresión sexual de un alto dirigente político.
Además, Estados Unidos y algunos países aliados anunciaron un “boicot diplomático” a los Juegos para denunciar las violaciones de los derechos humanos en China, especialmente contra la minoría musulmana uigur en la región de Xinjiang.
Menos libertad cada día
Entre los afectados por este corte de servicio, la escritora pekinesa Zhang Yihe denunció que no puede comunicarse con sus grupos de amigos en WeChat desde el 8 de enero ni colgar contenido en su muro.
La socióloga Guo Yuhua, de la prestigiosa universidad capitalina Tsinghua, confirmó que su cuenta había quedado definitivamente bloqueada ese día. Un célebre profesor de derecho, He Weifang, dijo que le ocurrió lo mismo un día después.
“Es como retirar a alguien del espacio público”, dijo la escritora Zhang.
Interrogado al respecto, el Comité Olímpico Internacional (COI) indicó en un correo que no tiene “ni el mandato ni la capacidad de cambiar las leyes o el sistema político de un Estado soberano”. La institución “debe mantenerse neutra ante toda cuestión política”, añadió.
En Pekín, el comité organizador de los Juegos aseguró a AFP que no estaba al corriente de estas informaciones y que se oponía “a la mezcla entre política y deporte”.
Pero la cada vez más pequeña comunidad de disidentes se queja de la creciente represión de las libertades bajo los nueve años de mandato del presidente Xi Jinping.
“El espacio de libertad para la palabra se reduce día a día”, afirma el jurista He Weifang. MAAZ