Un nuevo acontecimiento fatal ha aumentado las tensiones entre Rusia y Ucrania. La destrucción de una represa en Kajovka, al sur del país invadido, ha enfrentado a ambas naciones, que se acusan mutuamente.
Por un lado, Volodymyr Zelenski asegura que la represa fue destruida con minas, ya que “Es físicamente imposible volarla de una forma u otra desde el exterior, con bombardeos”, mientras que por otro, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia pidió a la comunidad internacional “que condene las acciones criminales de las autoridades ucranianas, que son cada vez más inhumanas y representan una grave amenaza para la seguridad regional y global”.
Según las autoridades, más de 17 mil civiles han sido evacuados de las 24 localidades cercanas a la represa, y se estima que más de 25 mil personas se encuentran en el territorio bajo control ruso, lo que dificulta su traslado.
Las acusaciones mutuas fueron llevadas a una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU, en la que Antonio Guterres, secretario general del organismo, puntualizó que el desastre es “otra consecuencia devastadora” de la invasión rusa a su vecino. “Los ataques contra civiles e infraestructuras civiles esenciales deben cesar”, fueron sus palabras.
Rebelión en Moldavia
De la misma manera que ocurrió en los territorios prorrusos de Ucrania, simpatizantes del Kremlin han puesto bajo amenaza las lealtades de Moldavia. Esta semana, un grupo de influencia ruso bajo el partido Shor, partidario de Putin, se manifestaron para exigir la dimisión del presidente moldavo Maia Sandu, entre otras exigencias.
En este sentido, Estados Unidos dio a conocer que impuso sanciones a siete miembros destacados del grupo prorruso, ya que buscaban desestabilizar el país e instigar una insurrección.
A través de un comunicado, el Departamento del Tesoro señaló a Konstantin Sapozhnikov como uno de los principales responsables al dirigir dicho grupo y organizar un complot para desestabilizar al gobierno moldavo.
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