La evaluación en México parece cosa del pasado. Así se ha querido hacer ver en esta administración, pues se ha hecho de lado en el discurso, en los presupuestos y en las acciones. Pero muchos pensamos que es tema urgente hacia un futuro que se mira con cada vez más retos para nuestro sistema educativo.
La señal más reciente es que México ha decidido dejar de participar en el Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE), que por cuarta vez en la historia llevó a cabo la UNESCO entre países de América Latina y el Caribe. El ERCE mide los logros de aprendizaje en Lenguaje, Matemáticas, Ciencias y, por primera vez, habilidades socioemocionales (ERCE UNESCO). Realizado previamente en 1997, 2006 y 2013, el ERCE evaluó en 2019 a estudiantes de 16 países de la región. El ejercicio incluyó a unos 160 mil estudiantes de más de cuatro mil escuelas. Los resultados anunciados el 30 de noviembre incluyen a México porque inicialmente nuestro país fue coorganizador del ejercicio y aplicó la evaluación. Sin embargo, la Secretaría de Educación Pública (SEP) y MEJOREDU se negaron a cubrir la cuota para financiar el análisis nacional respectivo. Ante ello, los organizadores decidieron mantener los resultados en los comparativos por ser un parámetro importante para el resto de los países. A diferencia del resto de los participantes, sin embargo, no tendremos acceso a un reporte nacional a menos que alguna organización decida financiarlo.
Los resultados del estudio no ofrecen buenas noticias: México retrocedió en Lenguaje y Matemáticas con respecto a la edición previa de 2013, y en la primera es ya rebasado por naciones a las que hasta hace poco superaba con claridad, como Brasil y Perú. Costa Rica, Cuba y Uruguay también nos superan y ello nos acerca cada vez más a la media tabla. Sin considerar aun los efectos de la pandemia, en 2019 el porcentaje de estudiantes de la región con los conocimientos esenciales en Lenguaje era de apenas 31%, y en Matemáticas ese porcentaje descendía hasta 17 por ciento. Estos resultados servirán como referencia para medir los efectos de la pandemia, una vez que se lleve a cabo la siguiente edición de ERCE que podría ocurrir en 2025.
La decisión gubernamental de alejarse de ERCE 2019 es un esfuerzo más por evitar los diagnósticos académicos, aun en los casos en los que los resultados no puedan ser atribuibles a la presente administración. Al igual que “calidad”, el vocablo “evaluación” ha sido erradicado del discurso oficial y su presencia en los documentos oficiales es mínima.
La alergia a la evaluación se ha extendido a las estructuras y a los programas. El vocablo fue eliminado en el nombre de las organizaciones: el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) fue sustituido por la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU) y la Dirección General de Evaluación de Políticas de la SEP fue reemplazada por la Dirección General de Análisis y Diagnóstico del Aprovechamiento Educativo. No extraña entonces que en los últimos años no hayamos escuchado nada con respecto a la prueba PLANEA o a algún ejercicio que la sustituya, y que hace algunos meses la Secretaria Gómez haya reconocido que no se había previsto un presupuesto para participar en PISA, el ejercicio de evaluación internacional más importante en la actualidad.
El rechazo a la evaluación del sistema educativo no se sustenta en alguna corriente de pensamiento reconocida ni en razones presupuestales. La evaluación está presente en sistemas tan distintos como Alemania, China, Cuba, Estados Unidos, Suecia o Vietnam. Todos ellos participan en ejercicios de evaluación internacional independientemente de sus posturas ideológicas. Tampoco tenemos un problema presupuestal: por ejemplo, nuestra salida de ERCE se deriva de no querer aportar algo así como 2.5 millones de pesos para el ejercicio, lo cual cubriría el análisis nacional de resultados y ayudaría a financiar el de otros países con menos recursos. Esta cantidad representa menos de la mitad de un punto porcentual (0.43%) del presupuesto de MEJOREDU para 2021: si es un tema financiero, habría que comprobar que todas las acciones de esta Comisión tienen una relevancia mayor a la de un ejercicio internacional de diagnóstico educativo convocado por la UNESCO.
Tendremos que revalorar la evaluación. Y ello pasa por la necesaria transformación de la medición y el diagnóstico en procesos de mejora. Hasta ahora los beneficios de los ejercicios a gran escala, hay que decirlo, han sido insuficientes. México participa en PISA desde 2000, creó el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) en 2002 y echó a andar una prueba nacional censal, ENLACE, en 2006. Con todo ello, PISA nos dice que hasta 2018 seguíamos igual que en 2000 en Lenguaje y Ciencias, en tanto que hacia 2009 tuvimos una mejora sensible en Matemáticas, pero después retrocedimos.
Y en la pasada administración se utilizó a la evaluación estandarizada para tomar decisiones técnicamente fuera de su alcance, como lo era la evaluación para la permanencia docente. Pero ignorarla como se hace actualmente es un retroceso que solo desaprovecha oportunidades y empeora las cosas, pues no nos enteraremos de los efectos de la pandemia en la calidad de los aprendizajes ni en la equidad. Sus beneficios ya se han comprobado en varios estados del país, en donde las evaluaciones ya se han utilizado como elemento esencial para identificar oportunidades y focalizar esfuerzos: los exitosos avances de Jalisco, Puebla y Sonora en la pasada década se sustentaron en los resultados de ENLACE y PLANEA. Necesitamos ejercicios similares en todo el país para traducir la información en acción, y la medición en mejora. Pero primero, hay que dejar de ver a la evaluación como enemiga y de creer que por ignorar el diagnóstico se va a quitar la enfermedad.
Tiempos extra
Recientemente vimos partir al Profesor Higinio González Calderón, Secretario de Educación de Coahuila. Luego de una carrera relevante en la política estatal y de dirigir una reconocida universidad privada en su estado, aceptó la responsabilidad de encabezar ese sistema educativo. Siempre inquieto y positivo, en tres décadas de conocer funcionarios estatales recuerdo a muy pocos con su entusiasmo y compromiso. Como buen líder, continuamente recorría su enorme estado para acercarse a docentes, estudiantes y familias. Todo ello le generó un enorme reconocimiento y afecto. El Profesor, como le gustaba que le dijeran, seguirá siendo un orgullo para su familia, para su estado y para la educación.