Viven pesadilla en el Aeropuerto de Tijuana
La falta de previsión y la ausencia de una estrategia para el manejo de crisis provocaron que la cancelación de vuelos por el mal tiempo derivara en anarquía en la terminal fronteriza
El Aeropuerto Internacional de Tijuana vive las consecuencias de su falta de previsión, operación y manejo de crisis, sobre un tema que no es extraño en el lugar: los bancos de niebla. Este fenómeno natural puso en evidencia la falta de pericia para atender operativamente el tema, tanto por las autoridades aeroportuarias, como por la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco).
El desorden se encuentra en dos espacios que, por su propia naturaleza, no deberían estar en conflicto a la vez.
Se trata de la zona de última espera, que es el lugar dentro del aeropuerto después de la zona de inspección o revisión de seguridad y previo a la plataforma de abordaje de las aeronaves que lo llevarían a su destino; y la zona de reclamo de equipaje de las personas que llegan de otros destinos a la terminal aérea Abelardo L. Rodríguez.
Iniciemos con el primer caso. Las personas llegan al aeropuerto de Tijuana para viajar a otro destino. Se acercan al lugar establecido en la zona pública de su aerolínea y ahí realizan el check-in o registro para hacer su viaje. Las aerolíneas les informan que por el banco de niebla su vuelo está demorado y desconocen el tiempo de la demora por ser un fenómeno natural.
Lo que omiten informar es que no se sabe siquiera con certeza, si su vuelo saldrá ese día o no. Este hecho generó que cientos de personas ingresarán a la zona de última espera, tomándolos por sorpresa al ver a muchas acostadas en el piso, con cajas de comida y alimentos apiladas, sin conocer el estado real de los vuelos, ni de la pernocta que ya existía de cientos de personas a partir de los contratiempos.
Muchos de ellos planearon viajar para pasar la Navidad con sus familias, pero no pudieron hacerlo. Los desafortunados recibieron la celebración en los pasillos sin aseo, con acumulación de basura y escasez de alimentos en los restaurantes internos.
Si tuvieron suerte, pudieron comprar cobijas y collarines de vuelo para improvisar una cama; los otros, sólo contaban con sus bolsas y chamarras para pasar la noche.
El aseo en la terminal no existe. La gente no permite que se pueda barrer o trapear pues no hay para donde moverlos, lo único medio salvable son los baños. Sin embargo en una pésima operación, las autoridades del aeropuerto no vacían frecuentemente los contenedores de basura. Los pasajeros no tienen en donde ponerla, por lo que sucumben a convivir con ella. Un desastre insalubre e inhumano.
Por otro lado está el caos en las salas de llegada. Al aterrizar y salir de los aviones, el panorama es de una multitud, exceso de calor y olor a gente y comida. Se recorre la terminal para ir por el equipaje y la crisis también se trasladó hacia allá.
El personal no existe, nadie informa sobre el carrusel en que llegarán las maletas de cada vuelo. Los pocos empleados bajan maletas de las bandas y las colocan entre ellos en triples líneas, sin dejar espacio para que las personas puedan bajar su maleta y llevarlas consigo.
Ves tu maleta y la tienes que dejar pasar, no hay espacio para bajarla junto a ti. Después de varias vueltas te das cuenta que no tienes otra opción más que cargarla y llevarla arriba de la cabeza hasta donde pueda tocar el piso sin importar su peso.
Algunas personas se ayudan entre sí, otras suspiran, unas más se rinden y comentan que mejor pedirán a la aerolínea que les rescaten sus maletas, algo que no ocurrirá pronto.
El banco de niebla no es inusual, la falta de capacidad para dirigir y operar un aeropuerto tan importante como el de Tijuana, sí lo es. Muchos se han quejado y han sido los medios de comunicación los que han dado cuenta de lo que ocurre, pero Profeco ha insistido en que han recibido pocas denuncias, como si fuera el volumen lo que los obligará a revisar y sancionar a los responsables que, en este caso, son muchos.
Anarquía. Imágenes y videos que circulan en redes sociales dan cuenta de la desesperación que viven los usuarios en la terminal aérea.
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