En medio de la creciente ola de calor que se adueña del país, las inquietudes se multiplican en torno a la inminente escasez de agua, las restricciones en el uso de mangueras y el incierto futuro de un mundo que ya no puede garantizar la seguridad hídrica. La crisis del agua en México ha despertado la atención de expertos de diversas disciplinas, quienes se embarcan en la investigación de las causas y las consecuencias a corto, mediano y largo plazos de esta problemática. El estudio de S&P Global Ratings destaca que 11 de las 32 entidades mexicanas enfrentarán un “estrés hídrico” alarmante, mientras que seis mantienen niveles bajos de este fenómeno.
A nivel internacional, las consecuencias económicas derivadas de la crisis hídrica son significativas. El Banco Mundial estima que, en países afectados, el PIB podría disminuir hasta un 6%, ya que se pierden anualmente $260 mil millones debido a la falta de suministro de agua y saneamiento adecuado. Además, los daños por inundaciones y sequías generan pérdidas de $120 mil millones cada año. En las últimas dos décadas, ha habido una pérdida económica de $700 mil millones, y se proyecta que para 2040, $78 mil billones de activos estarán expuestos a riesgos de inundación en todo el mundo.
La magnitud de la crisis se evidencia aún más al considerar que más de dos mil millones de personas carecen de agua potable segura. Según el Instituto de Recursos Mundiales (WRI), se proyecta un déficit hídrico del 56% para 2030. Esto implica que 1.6 mil millones de personas carecerán de agua potable gestionada de manera segura, casi tres mil millones estarán faltos de saneamiento gestionado de manera segura y a casi dos mil millones les faltarán instalaciones básicas de higiene de manos.
La creciente crisis del agua no sólo representa una amenaza ambiental y económica, sino que también ha demostrado ser un factor desencadenante de conflictos bélicos en diversas regiones del mundo. Ejemplos emblemáticos incluyen la disputa por el río Nilo entre Egipto, Sudán y Etiopía, así como las tensiones en torno al río Indo entre India y Pakistán. Estos enfrentamientos han evidenciado la conexión directa entre la disponibilidad de recursos hídricos y la estabilidad geopolítica.
En el contexto de América del Norte, la compartición del río Bravo/Grande entre México y Estados Unidos añade una dimensión crítica a esta preocupación global. La dependencia mutua de esta fuente de agua entre dos naciones vecinas plantea un riesgo eminente de conflictos potenciales para nuestro país, especialmente en un escenario de escasez creciente. La historia ha demostrado que la competencia por recursos limitados puede exacerbar tensiones entre naciones, subrayando la urgencia de abordar la crisis hídrica de manera colaborativa y sostenible para evitar posibles conflictos en la región.
En este complejo panorama, la sociedad civil emerge como un actor vital en la búsqueda de soluciones. Reducir el consumo de agua en el hogar, promover la reutilización y reciclaje del agua, así como participar activamente en iniciativas comunitarias para la conservación del agua son acciones fundamentales. Ejemplos de éxito alrededor del mundo, como el caso de Ciudad del Cabo en Sudáfrica, demuestran que es posible revertir la crisis hídrica mediante medidas efectivas de conservación, educación ciudadana y gestión del agua más eficiente.
Las empresas también desempeñan un papel fundamental en la protección de este recurso crucial. UNICEF propone que las empresas pueden contribuir al desarrollo de soluciones compartidas, como asegurar un suministro abundante de agua segura y limpia en las escuelas a nivel mundial, siendo ésta una estrategia clave. Esta iniciativa beneficia tanto a las futuras generaciones en términos personales como a la formación de una fuerza laboral eficiente y productiva, salvaguardando así la futura economía global. Adicionalmente, la gestión sostenible del agua debe ser parte integral de las estrategias corporativas a largo plazo, considerando los impactos sociales y ambientales del uso del agua en los procesos de producción, y teniendo en cuenta las necesidades específicas de las comunidades locales.
Además, la asignación de fondos para proteger este recurso vital compartido es esencial. Según la investigación del Instituto del Pacífico, el 90% de los impactos climáticos están relacionados con el agua, pero sólo 3% de la financiación climática se destina a los sistemas hídricos. Además, es imperativo que las empresas reconozcan la importancia del agua en sus operaciones y productos. Una gestión más eficiente del agua no sólo reduce el consumo, sino que también disminuye el uso de energía y las emisiones de gases de efecto invernadero. Ejemplos como el de Ecolab, que ayudó a sus clientes a conservar casi 220 millones de galones de agua y redujo 3.6 millones de toneladas métricas de emisiones de gases de efecto invernadero en 2022, demuestran que la sostenibilidad empresarial puede ser un impulsor real de la rentabilidad.
Al profundizar en la crisis, ese debe señalar a las industrias que desempeñan un papel crucial en el agotamiento de nuestros recursos hídricos. La agricultura, conocida por su extenso uso de riego, se encuentra entre las principales contribuyentes a la huella hídrica global. La manufactura y la generación de energía también figuran como grandes consumidores de agua. No obstante, la responsabilidad recae especialmente en las grandes corporaciones, como Coca Cola y Nestlé, identificadas como grandes consumidores de agua. Estas empresas deben considerar la importancia de revertir el impacto ambiental negativo que han tenido en las fuentes de agua. Una sugerencia concreta sería que estas compañías inviertan significativamente en proyectos de infraestructura para llevar agua potable gratuita a las comunidades afectadas, como parte de su compromiso con la responsabilidad social y ambiental.
El próximo gobierno mexicano enfrenta la urgente tarea de abordar la crisis del agua mediante acciones específicas. Se requiere una inversión prioritaria en la modernización y expansión de la infraestructura hídrica, que comprenda la rehabilitación de sistemas obsoletos y la implementación de tecnologías destinadas a la conservación y reutilización del agua. Asimismo, a través de políticas integrales, se debe impulsar la eficiencia hídrica en sectores clave como la agricultura, promoviendo prácticas de riego sostenibles y la diversificación de cultivos resistentes a la escasez. La implementación de programas educativos a nivel nacional es esencial para sensibilizar sobre el uso responsable del agua y fomentar la conservación en los hogares. Además, México debe buscar colaboraciones con países vecinos, como Estados Unidos, para gestionar de manera sostenible la compartición de recursos hídricos, evitando conflictos y estableciendo protocolos claros de cooperación. Estas acciones son fundamentales para afrontar la crisis y garantizar la disponibilidad de agua a largo plazo.
En conclusión, es necesario reconocer que el acceso al agua potable debe ser considerado un derecho universal, y los gobiernos, empresas y sociedad civil debemos asumir nuestra responsabilidad para garantizar la sostenibilidad de este recurso. En un mundo donde la escasez de agua se convierte en una amenaza más acuciante, la cooperación entre todos se presenta como la única solución para enfrentar este desafío global.
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