En pocos días celebraré mis 50 años. Este acontecimiento despierta nostalgia por décadas pasadas y reflexiones sobre la vida en este momento histórico. Mis cinco décadas no son solo un evento personal, sino una realidad inmersa en el contexto actual, como expresaría Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”.
Contemplar medio siglo de experiencias revela transformaciones que han moldeado mi existencia. El mundo ha cambiado y, con él, las nociones de identidad y pertenencia han evolucionado.
Como hombre heterosexual, reconozco el privilegio que mi género y orientación sexual me otorgan en una sociedad que, lamentablemente, está lejos de ser inclusiva. No experimento el temor de caminar solo en las calles ni el rechazo o la violencia por amar a quien elijo.
Desde la clase media, he disfrutado de ventajas que la mayoría de la población mexicana y mundial no posee. Crecí en un hogar seguro, con mi propia habitación, un refrigerador lleno de comida, un armario con ropa, un estante repleto de libros, y tuve acceso a educación privada, servicios de salud y actividades recreativas.
No he experimentado el hambre, no he caminado descalzo, no he sido soldado en ninguna guerra y tampoco he tenido que buscar refugio.
He sido una gota de agua en el vasto océano de la existencia humana. Soy un hombre occidental del siglo XXI y he sido testigo de revoluciones sociales, políticas, económicas y tecnológicas. Las plataformas de comercio digital traen a la puerta de nuestro hogar productos de tiendas locales, nacionales e internacionales.
El correo llega de manera instantánea y digital, las horas de oficina se pueden cumplir desde casa (incluso en pijama), y las reuniones se realizan a través de distintas zonas horarias del planeta. La tecnología ha evolucionado hacia la inteligencia: celulares, relojes, bocinas, televisores, visores, aspiradoras y filtros de aire son ahora inteligentes. La inteligencia artificial es capaz de redactar ensayos, crear videos e imágenes, e incluso simular conversaciones con una variedad de personas. Tras este avance, se ha logrado descifrar, simular y codificar la inteligencia humana en programas de algoritmos.
Tener 50 años hoy es radicalmente diferente de hace medio siglo. Mis abuelos paternos y maternos vivieron realidades que me resultan inimaginables. Mi abuelo paterno falleció alrededor de mi edad actual, mientras que mi abuelo materno luchó en dos guerras antes de emigrar a México, viviendo una vida repleta de experiencias que me resultan incomprensibles. En 1974, la esperanza de vida promedio en México era de 62 años, 65 para las mujeres y 59 para los hombres.
Hace 50 años, en 1974, el mundo era muy diferente. La tecnología se limitaba a la “máquina de escribir eléctrica”, el teléfono fijo era considerado un lujo, y la idea de un dispositivo portátil que pudiera conectarnos con el mundo entero parecía ciencia ficción. La información llegaba principalmente a través de la radio, los periódicos y los noticieros televisivos.
En el ámbito político, la Guerra Fría aún persistía en 1974, dividiendo al mundo en bloques ideológicos. El muro de Berlín separaba realidades, libertades, familias, amistades y verdades.
“La guerra de todas las guerras” no fue la última. Las armas son más letales, las naciones poseen más armamentos y mantienen alianzas secretas y discretas. La paz mundial se ha convertido en una ilusión que perdura solo en canciones y oraciones.
Las instituciones sociales también han experimentado sus propias revoluciones y logros. Hoy en día, el matrimonio homosexual es legal en todos los estados de México. Las tasas de divorcio han aumentado, permitiendo que millones de mujeres abandonen entornos de violencia. A pesar de que la violencia persiste, las conductas atroces tienen nombre y se han implementado reformas legales para perseguir a quienes la ejercen.
Al mirar hacia el futuro, se vislumbran posibilidades intrigantes y desafíos sustanciales. La longevidad podría convertirse en la norma, y los 50 años podrían ser considerados una etapa rejuvenecida gracias a los avances en medicina y tecnología.
Sin embargo, en contraposición a los deseos del marketing y el consumismo, la Generación Z muestra signos de envejecimiento más rápidos y evidentes que la generación del milenio en la misma etapa de vida. Las investigaciones científicas presentan evidencia de que factores como el deterioro de la capa de ozono, la baja calidad del agua, la ingesta de plástico (producto del empaque de los productos), la deficiente calidad de los ingredientes de los alimentos, productos de higiene y belleza, entre otros, tienen un impacto directo en la reducción del acceso a la salud de la generación Z.
Esto plantea interrogantes alarmantes sobre el acceso a la salud y nos hace cuestionar si la esperanza de vida continuará aumentando o si hemos alcanzado la cúspide demográfica con los Millennials y ahora nos dirigimos hacia un declive.
En suma, los últimos 50 años han estado llenos de trágicas derrotas y también de alegres triunfos. Desvalorizar por completo la historia humana implica silenciar sus grandezas, negar sus bellezas y olvidar el poder de la bondad. Asimismo, idealizar el futuro oculta e invisibiliza las injusticias que comienzan a gestarse, y exime nuestra responsabilidad humana de buscar y crear un mundo mejor, tanto interno como externo. Como la figura del ying y el yang, la historia nos exige integrar todas sus partes para reconciliar la verdad.
Por eso, en este cumpleaños, no pido más avances tecnológicos asombrosos, viajes al espacio, cruceros gigantes, edificios de 200 pisos o visores de realidad virtual.
Mi deseo es una humanidad con mayor empatía y solidaridad, un mundo guiado por la justicia y la conciencia, con más árboles y menos jets privados, una sociedad inclusiva y en paz, y una distribución equitativa de los recursos.
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