Los profetas latinos y sus ocurrencias...

22 de Diciembre de 2024

Oscar Moha
Oscar Moha

Los profetas latinos y sus ocurrencias...

Meter a Dios en la política es tan peligroso como negarle el acceso. México es un país laico, debería contar con Instituciones sólidas, con funcionarios que fomenten la libertad de culto y entiendan los límites de la separación entre Iglesias y Estado. Y, a pesar de que tuvieran alguna preferencia religiosa, no debería ser amalgamada con su actividad pública.

El 26 de octubre pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador, en otro de sus intentos por adaptar pasajes bíblicos a su estilo de gobernar, comparó los ideales políticos de su administración con la misión espiritual y social que desempeñó, no exclusivamente con los pobres, en esta Tierra. Lo hizo en una comunidad indígena del Estado de Sonora, donde 9 días después fueron masacrados sin misericordia 6 niños y 3 mujeres de un grupo de raíces mormonas.

Ya es costumbre que el Ejecutivo refiera pasajes o personajes bíblicos en sus actos de Gobierno. Pocos creen que el “espíritu juarista” con el que dice identificarse sea parte de su personalidad. Ministros de Culto y expertos en materia religiosa creen que López Obrador entiende el cristianismo muy a su conveniencia, lo cual está causando preocupación por el fenómeno religioso que se percibe en varios países de Centro y Sudamérica, donde los políticos están haciendo un revoltijo que trae consecuencias como las de Bolivia, donde el radicalismo derivó en un “Golpe de Estado Bíblico”, donde cada uno de los protagonistas quiso imponer su versión de “justicia”, “pobreza” y “cristianismo”.

Políticos latinos han sabido adaptar el mensaje bíblico a sus intereses particulares teniendo al menos tres características: descalifican a su adversario señalándolo como el causante de todos los males; creen que son los elegidos de Dios para cumplir una encomienda terrenal (por lo que no reconocen errores); y están dispuestos a despreciar la vida de ellos o la de sus adversarios para justificar el fin.

En la misma sintonía, con su versión reinterpretada de “cristianismo”, el Presidente de Brasil, Jair Messias Bolsonaro, haciendo honor a su apellido cita pasajes bíblicos cada que puede. Recibió el apoyo de una buena parte de Iglesias Evangélicas para llegar al poder. Esas congregaciones cristianas tienen una interpretación radical de La Biblia. Tienen la misma capacidad mental de traducción que Donald Trump: en contra del aborto, de los matrimonios igualitarios, la eutanasia, de la legalización de las drogas, pero a favor de la pena de muerte para quienes voten a favor de esto “en el nombre de Dios”. Eso sí, siempre con La Biblia en la mano y su ideología en la otra. En Chile, el Presidente Sebastián Piñera, uno de los hombres más ricos de esa nación, recibió también el apoyo de Iglesias Evangélicas catalogadas como “conservadoras”. Hoy, los más radicales lo siguen apoyando.

Nicaragua tiene como Presidente a Daniel Ortega Saavedra desde el 2007. En sus discursos está presente la religiosidad, sólo que desde la versión de los pobres y oprimidos: “No se puede tener la fuerza para luchar e ir adelante si no está uno bajo la Palabra de Dios”, ha dicho. En El Salvador, Nayib Bukele Ortez, no deja pasar oportunidad de mencionar a La Biblia como su fuente de inspiración: “soy una persona que cree en Dios, que cree en Jesucristo, lo he aceptado. Creo en su palabra, revelada en la Santa Biblia”. Y así, cada político explica a su manera cómo es que Dios los ha escogido para realizar tareas que otros no entienden y quieren entorpecer.

Pareciera que la verdadera misión de estos “profetas” es continuar fabricando pobres de izquierda y de derecha manteniéndolos sometidos a través de “su revelación divina”. México, al igual que países de Centro y Sudamérica son tierra fértil para la cosecha de estas ideologías extremas. Al menos las características para que florezcan están dadas: pobreza, angustia social, deficiente y corrupto sistema de administración e impartición de justicia, violación sistemática de derechos humanos, falsas expectativas de crecimiento, un liderazgo que usurpa la personalidad de Moisés, el personaje bíblico, que los sacará de la “esclavitud” en la que viven para llevarlos a tierra santa, sin importarlos medios, sólo el fin.

Desde una visión laica, México debería ser un país ni cristiano, ni judío, ni islámico ni hinduista, sino un Estado donde conviven sanamente quienes creen y quienes no creen. Las leyes -y quienes las hacen- no tienen por qué estar sujetas a las interpretaciones espirituales de grupos radicales, sino enfocadas al bien común y a la protección de los derechos elementales del ser humano.

Al ex presidente de Bolivia, Juan Evo Morales Ayma, se le concedió un estatus muy especial de “asilado político” en México porque el radicalismo religioso en su país llegó a extremos que nadie quisiera ver en otras naciones y mucho menos en México. Pero, como todo buen profeta, López Obrador conoce también sabios refranes: “hoy por ti… mañana por mí..”.
Palabra de Honor: Y si la Comisión Nacional de Derechos Humanos “no ha servido para nada” y sólo es un ornamento tipo “florero” ¿por qué entonces el presidente López Obrador le pidió que realizara una “investigación especial” para buscar entre almirantes y generales a las personas idóneas que ocuparan la titularidad de las Secretarías de la Defensa y Marina, dándole autoridad moral para hacerlo, según lo expresó él mismo en octubre del año pasado cuando era Presidente electo?