La familia de “Héctor Martínez” pensó que lo sucedido era “castigo de Dios”, pero en realidad era una nueva experiencia que abriría la puerta para que otras familias y varios Ministros de Culto salieran de su ignorancia, sobre todo en temas de sexualidad en el Estado de Puebla, en el interior de una Iglesia Evangélica. Era diciembre de 1997 cuando los papás de “Héctor” esperaban con mucho amor la llegada del nuevo integrante. Ya habían perdido al primogénito, en un desafortunado aborto terapéutico hacía dos años, y esta vez el parto se iba a desarrollar con normalidad.
“Kenia” y “Sergio” se conocieron en una de las más de dos mil congregaciones cristianas que hay en ese Estado y enseguida se casaron, sin la autorización de los padres de él. Decían que ella no era de la misma religión y que eso traería “consecuencias”, a pesar de que asistía regularmente a las actividades de jóvenes en el templo. Luego de un breve noviazgo, se unieron civilmente. Los pastores, por instrucciones de los papás de “Sergio”, no accedieron a unirlos en ceremonia religiosa. De cualquier manera, ella quedó embarazada y sobrevino el aborto a los 7 meses de gestación. Pero continuaron con el afán de ser papás, incluso antes de nacer “Héctor” ya tenía nombre y género. Bueno, al menos eso creyeron.
En la sala de partos, fueron informados que el recién nacido todavía no tenía bien desarrollado uno de sus testículos, pero que conforme avanzara en edad todo sería normal. No fue así: “Héctor” fue reconocido como una persona “intersexual”, es decir, con casi todas las características fisiológicas de un varón, pero con partes genitales de mujer. Por ello, lo llevaron a varios hospitales en México donde el diagnóstico fue el mismo: con una cirugía genital temprana todo se arreglaría. Sería como llevaron al cirujano plástico, pero los papás nunca pensaron en la estructura psicológica del menor ni en su química hormonal.
Mientras el tratamiento médico era costoso, el pago espiritual que sufrieron los padres del niño fue más caro. Los expulsaron por “desacato a la autoridad pastoral”. Los Ministros de Culto, que por cierto no están registrados ante la Secretaría de Gobernación pues trabajan bajo la figura de Asociación Civil, los “llamaron a cuentas” para ver de qué manera se resolvía el “estigma de fe” a la que dieron a luz. “Ana” y “Sergio” buscaron todo lo relacionado con los “hermafroditas” y las personas “intersexuales” y encontraron que los primeros se pueden reproducir haciendo el papel a veces de hombre y a veces de mujer, mientras que los segundos no. Esto mismo lo hicieron saber a sus líderes, quienes insistieron en que el niño debía ser “exorcisado y liberado de los 4 demonios de homosexualidad” que le habían detectado, consecuencia de la desobediencia parental del matrimonio.
Además cada sesión se cobraría a mil 500 pesos, y por lo menos necesitaría 6 de esas “terapias espirituales”, aparte de pedir perdón ante la congragación (a manera de penitencia) y no tener más hijos, porque “los demonios se traspasan de generación a generación”, según el pastor.
La pareja pasó meses con la “carga espiritual” que les habían impuesto, pero no dejaron las visitas médicas, ya que “Héctor” unas veces se comportaba como niña y otras, las menos, como un varón de su edad. “Kenia” comenta que incluso sus modales, tono de voz y gustos lo hacían más femenina, pero que su apariencia corporal estaba “hacia el otro lado”. Por ello es que los pastores y muchos “hermanos de la congregación” decían que era un homosexual, “castigo divino” que debían cargar hasta que se arrepintieran. Incluyendo al niño.
Uno de los amigos de la familia les recomendó visitar el Hospital Ann & Robert H. Lurie, que está en Chicago, Illinois, porque ahí se practicaban a menores de edad todas las intervenciones quirúrgicas que fueran necesarias para hacerlo un “hombre total”. Así que llevaron al niño y comenzó otra etapa de aprendizaje para ambos, en tanto que aprendieron otra larga lista de términos médicos, y múltiples tratamientos hormonales que lamentarán de por vida.
Hoy en día “Héctor” y sus papás ya no asisten a ninguna congregación cristiana. Se dieron cuenta de la falta de educación sexual que hace falta en el gremio pastoral y de los estigmas que ello conlleva. El año pasado recibieron la noticia de que el Hospital especializado en niños Ann & Robert H. Lurie pidió perdón a todas las familias, cuyos niños y niñas fueron “reconstruidos” por sus médicos cirujanos al saberlos intersexuales, ya que causaron “un mal innecesario” en ellos y que no volverán a hacer ese tipo de intervenciones sin que haya justificación médica, psiquiátrica y psicológica, o que con el consentimiento del paciente adulto.
La pareja hoy asesora a padres de familia sobre casos específicos de sexualidad en escuelas e instituciones privadas. No quieren saber nada de las Iglesias.
PALABRA DE HONOR: Nuevamente el joven diputado Gerardo Fernández Noroña es noticia de última página; ahora dijo textual: “soy el Presidente de la Cámara en el corazón de la gente…”. Y eso que todavía no autorizan el uso legal de la mariguana para fines lúdicos…