Al Presidente de la República le ha dado resultado una estrategia religiosa para mantener su popularidad: una “admiración” hacia dos personajes, Jesucristo y el Papa, a quienes identifica por su entrega a favor de los pobres. Es decir, las dos personas más importantes del cristianismo en sus dos versiones más populares en México, la evangélica y la católica. Y se sube a la popularidad de ambos líderes religiosos a favor de una primera mayoría en México que son los más necesitados, los desprotegidos, los que menos tienen… pero los que más votan.
Andrés Manuel López Obrador es católico, pero también se dice cristiano. Comenta que se lleva muy bien con el Papa Francisco, pero no con sus subordinados. Y que además tiene buena relación con otros Ministros de Culto, aunque de lado de los evangélicos sólo ha reconocido a uno, el menos representativo llamado Arturo Farela Gutiérrez, quien por cierto ya no ha hecho la función que tiene el padre-activista Alejandro Solalinde de enaltecer cada vez más la espiritualidad cristiana de AMLO.
Durante la mañanera del lunes 4 de julio, López Obrador compartió con los asistentes un segmento -escogido con toda intención- de la entrevista concedida por el Papa Francisco a la presidenta de la agencia de noticias argentina Télam, Bernarda Llorente, donde el Pontífice habla sobre la diferencia entre populismo y popularismo. Mientras el Presidente escuchaba la entrevista su mueca era de plena identificación con lo que el Santo Padre comentaba a la periodista: “el sueño de la unidad latinoamericana… con sus valores… que siempre fue víctima y ha sido víctima hasta que no se termine de liberar de los imperialismos explotadores…”.
Pero, obispos católicos y pastores evangélicos señalan en corto que existen muchos personajes como José Noriel Portillo Gil (El Chueco, quien asesinó a los padres jesuitas en Chihuahua) en todos los estados del país -algunos por la ineficacia de la autoridad y otros bajo el amparo de ella-. Y por ello el reclamo público de los purpurados y soterrado de los líderes de otros credos.
Para justificar y no hacer cambios en su estrategia contra la delincuencia de “abrazos y no balazos”, López Obrador comentó que “todo lo que tiene qué ver con la violencia es antireligioso y anticristiano, teológicamente hablando… No puede un sacerdote, un obispo, un pastor que se debe responder la violencia con la violencia”. Sin embargo, comentó: “llevamos muy buena relación con todas las Iglesias (hay 9 mil 612 registradas).
El Jefe nato de las Fuerzas Armadas sabe que hay más católicos mexicanos identificados con el Papa que con los obispos conservadores y que existen más evangélicos que aman a Jesucristo que pastores fifís en contra de la 4T. Con ese cúmulo de religiosos puede continuar con su bandera a favor de su proyecto pues él mismo se asume como el abanderado de ambos personajes a favor de los pobres a quienes debe “pastorear” por sendas de paz y no con las armas, como lo harían Jesús… o el Papa.
La intención obradorista no es unir doctrinalmente a ambos credos, pero sí fusionarlos a favor de un mismo proyecto que él dice encabezar: la lucha por la desigualdad. El gatopardismo conviene porque se puede quedar bien unos y con otros para eso de los votos y el continuismo.
PALABRA DE HONOR: Se le acaban las oportunidades de continuar al frente del Partido Revolucionario Institucional a su líder Rafael Alejandro Moreno Cárdenas. Sólo dos de sus paisanos de primer nivel suplican su permanencia: la actual gobernadora Layda Sansores San Román y el Fiscal Estatal, Renato Sales Heredia, quienes saben que su continuidad en el cargo es proporcional al daño político del PRI.