Los profetas del desastre están reclamando a Dios por no haberles avisado de la entrada del huracán Otis y la destrucción que causó en Acapulco la semana pasada, tal como suele anticiparles —dicen ellos— de toda plaga, azote, catástrofe, aniquilamiento masivo o calamidad que esté en los planes inmediatos del creador.
Ministros de culto, principalmente de movimientos pentecostales y neocarismáticos que se han caracterizado por “profetizar” —con días o semanas de antelación— los planes apocalípticos que Dios tiene para sus criaturas, están frustrados por no ser advertidos en sueños, o en sus momentos de éxtasis, de la destrucción material que causó el meteoro en Guerrero.
Pastores de la CDMX habían vaticinado el sismo del 19 de septiembre de 2017; los del estado de México en ese mismo mes, pero del año 2021, del deslave en el Cerro del Chiquihuite, Tlalnepantla; y religiosos oaxaqueños predijeron los estragos que dejaría a su paso Agatha en mayo del 2022. Pero esas revelaciones se hicieron extensivas sólo en sus respectivos círculos íntimos… ni siquiera a sus vecinos.
En septiembre de 2009 el pastor José Marc Flores Pereira, muy conocido en el mundo cristiano como Josmar, secuestró un avión que viajaba de Cancún a la Ciudad de México: pretendía entrevistarse con el entonces presidente Felipe Calderón para “avisarle” que Dios tenía preparado un terremoto en la capital del país donde moriría mucha gente si es que no se tomaban las precauciones debidas. Fue detenido, lo declararon inimputable y años después salió libre.
En octubre del 2015 se anunciaba que el huracán Patricia llegaría con una fuerza de categoría 5 a las costas de Nayarit, Jalisco, Colima y Michoacán. El mismo presidente Enrique Peña Nieto, en cadena nacional, prevenía a la población de los estragos que debían esperar. La “profeta” Ana Méndez Ferrel, decía a su congregación que Dios mismo le había prevenido de este desastre desde hacía seis meses. El meteoro se desintegró en el mar, a causa de las oraciones que ella y otros pastores llevaron a cabo, según dijo.
En Acapulco y municipios aledaños, el número de templos evangélicos se ha incrementado en la última década, máxime en las zonas populares. Se calcula que hay al menos 600 iglesias, algunas con más de 70 años de existencia y otras de reciente creación. Las alianzas de pastores locales hablan de al menos 800 pastores que llevan a cabo cultos dominicales y otras actividades misioneras. Cinco de ellos no están localizables hasta hoy. Sus congregaciones no han podido contactarlos desde la semana pasada.
Otros han habilitado sus templos como centros de acopio y la mayoría piden ayuda a congregaciones cristianas para superar la crisis. Las Iglesias Metodista, Presbiteriana, Bautista y Nazarena, ya se organizan para enviar ayuda. El Ejército de Salvación espera aviones cargados de despensas y enseres menores que vienen de otras partes del mundo para ayudar a los damnificados.
Mientras, los pastores-profetas siguen enfadados con Dios por no haberlos tomado en cuenta en esta ocasión… les ganó el Servicio Meteorológico Nacional, que pronostica estragos.