A raíz del asesinato de dos sacerdotes jesuitas, que no han sido los únicos a manos de la delincuencia organizada en el país en los últimos años, la jerarquía católica se pronunció severa y unánimemente en contra de la política anticrimen que se lleva sin más resultados que el incremento del derramamiento impune de sangre.
Contrario a las Iglesias Evangélicas, que si bien carecen de un líder nacional o reconocido que represente a la mayoría, nada han dicho en este sentido, y no por cuestiones de divergencia doctrinal, pues comulgan en muchos puntos cristocéntricos con la iglesia mayoritaria, sino por la indolencia social que padecen sus líderes, pastorales y laicos.
Octavio Ulises Valdéz Figueroa y Francisco Montes Hernández, ambos pastores evangélicos, también fueron asesinados. El primero en Baja California en febrero pasado. El segundo en Chiapas un mes después. Los dos a manos de delincuentes que les exigían un “cobro de piso” para permitirles continuar con sus actividades ministeriales. La mayoría de las Iglesias Cristianas, más de 6 mil con registro, ni se inmutaron.
El pastor presbiteriano Abner López Pérez fue acusado y detenido a finales de enero pasado de manera indebida. Fue director de Sociedad Bíblica de México durante 15 años, tiempo en el que ayudó a todas las denominaciones evangélicas proveyéndoles materiales de manera altruista. Lo aprehendieron debido a una acusación infundada hecha por su sucesor, Julio Splinker Martínez. No hubo cartas de solidaridad de sus hermanos evangélicos, quienes lo conocen a la perfección. Fue el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (IMDOSOC), institución de laicos católicos, la que le extendió una carta, solicitada por la jueza, donde se daba cuenta de su honorabilidad.
También a finales de enero, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación les informó a los arzobispos Carlos Aguiar Retes y Juan Sandoval Íñiguez, que serían sancionados por haber intervenido en las elecciones del año pasado. De inmediato, el liderazgo católico se alineó y pronunció “en desacuerdo con los criterios manifestados en esa sentencia”.
Fue en octubre del 2020 cuando el mismo Tribunal investigaba la participación de líderes y dirigentes del Centro Cristiano Nueva Vida, Iglesia Evangélica Pentecostés, Iglesia de Cristo Ministerios Tierra Fértil, Centros Cristianos en Acción, entre otras, ya que habrían ayudado al entonces Partido Encuentro Solidario a llevar a cabo asambleas en distintas partes del país. En ese entonces tampoco hubo muestras de hermandad de parte de pastores de otras congregaciones afines a favor de los acusados que finalmente libraron las denuncias con sus propios medios.
En marzo pasado, días antes de la consulta para la revocación de mandato, la Conferencia del Episcopado dejó en manos de Dios y no de sus militantes el ejercicio para acudir a las urnas, pues desde el inicio del sexenio se ha opuesto a algunas de sus políticas como al de decidir a través de una elección si el Presidente de la República debía continuar con su mandato sexenal. Mientras, los evangélicos que en su mayoría fomentan el voto desde los púlpitos, enmudecieron y sólo unas pocas voces invitaron a sus ejercer este derecho para decidir la permanencia del Ejecutivo en su cargo.
Cuando de la afectación del gremio católico se trata, la institución de manera horizontal señala, condena y se solidariza, contrario a los evangélicos que han sido víctimas incluso del fanatismo romano en los múltiples casos de intolerancia religiosa registrados en contra de presbiterianos, pentecostales, metodistas, bautistas, nazarenos sin que haya una condena unánime colectiva. Quizá hace falta una perspectiva de lo que significa “trabajo en equipo”, aunque sea desde la óptica bíblica.
PALABRA DE HONOR: El expresidente Vicente Fox Quesada fue el único francotirador político de primer nivel que comentó las burlas en las redes hacia el hijo del Ejecutivo, lo que hacen evidentes sus residuos de calidad moral.