La tan esperada vacuna contra Covid-19 se ha convertido en el campo de batalla diplomática entre las grandes potencias mundiales, con Rusia y China a la cabeza, y Europa y Estados Unidos en segundo plano.
“El acceso a las vacunas es el desafío más importante al que se enfrenta la comunidad internacional. Casi como una nueva ‘carrera armamentista”, según el centro de análisis estadounidense Soufan.
La presión por cumplir con los calendarios de vacunación, así como atajar los contagios derivados de nuevas variantes de Covid-19, fueron elementos suficientes para que la Comisión Europea planteara la posibilidad de reducir los estrictos trámites de aprobación farmacológica que operan en el continente para permitir el uso de emergencia de algunas fórmulas como la Sputnik V.
Permitir el uso de emergencia de algún fármaco en la Unión Europea significaría un cambio en el modelo de regulación que actualmente se sigue, especialmente porque las autoridades sanitarias de este bloque consideran que el procedimiento abreviado es peligroso, por lo que sólo se justifica su implementación ante medidas excepcionales como resultó ser la pandemia por Covid-19, así como el surgimiento de variaciones que amenazan nuevamente al continente.
En este contexto, los países con economías emergentes se han visto orillados a depender de la producción de China, Rusia y la India, quienes a través de las vacunas han trazado ejes comerciales para intentar posicionarse como potencias mundiales frente a otros bloques, como Estados Unidos o la Unión Europea, que limitaron la exportación de dosis al resto de las naciones.
Parte de esta nueva guerra también incluye la creación de biológicos nacionales, un aspecto al que India se sumó esta semana tras anunciar que la vacuna Covaxin, desarrollada por la farmacéutica Bharat Biotech, cuya fórmula fue autorizada desde enero a pesar de no tener estudios completos.
China, cuya imagen se reforzó al inicio de la pandemia por tener un abundante stock de tapabocas, no ha parado de anunciar envíos de dosis (incluyendo donaciones) a países africanos como Argelia, Senegal, Sierra Leona o Zimbabue, así como a países latinoamericanos como Venezuela o República Dominicana.
La necesidad de vacunas es tal, que pudo unir a empresas antagicas. Enfrentados en tiempos normales, socios durante la crisis, los grandes grupos farmac騏ticos tejen alianzas con sus competidores, como la anunciada el martes entre los estadounidenses Merck y Johnson & Johnson, para producir biolicos contra el coronavirus.