Pese a sus 18 denuncias, Úrsula Bahillo se convirtió en una de las 62 víctimas de feminicidio en los dos primeros meses de 2021 en Argentina, país donde nació el “Ni una menos” y que este lunes renueva su reclamo en el Día de la Mujer.
“Cuando la mataron a Úrsula estábamos todas colapsadas, llorando. Nos hizo pensar: Úrsula sos vos, soy yo, es la vecina, somos todas. Si ella hizo 18 denuncias y terminó muerta, a mí ¿qué me exime de terminar igual?”, dice a la AFP Rocío Veneroso, de 38 años.
Rocío comparte su malestar con sus compañeras de un grupo de terapia, todas víctimas de violencia doméstica. El caso conmovió a la sociedad argentina.
Úrsula, de 18 años, vivía en Rojas, un pueblo a 240 km al noroeste de la capital argentina. El 8 de febrero pasado fue hallada en un pastizal asesinada de 15 puñaladas con un cuchillo de cocina. Su expareja, el policía Matías Martínez, de 25 años, quedó detenido y acusado de femicidio agravado.
Ella había anticipado su destino. “Si me matan, ya sabés quién fue”, le había escrito a una amiga en noviembre.
La anterior pareja de Martínez, Belén, también había denunciado al expolicía por amenazarla con su arma reglamentaria. “Ella me decía que tenía miedo. Y yo le decía que tenía miedo por ella”, contó Belén, a quien Úrsula había buscado poco antes.
Tres días antes de morir, Úrsula tuiteó: “Nunca creí estar denunciando violencia de género. Quiero ser la última”.
Pero después de su muerte ocurrieron otros 19 femicidios, según el relevamiento diario hecho por el Observatorio Lucía Pérez, cuyo nombre evoca a otra víctima de violencia de género en 2016.
“Todas las violencias”
A Rocío Veneroso, la terapia grupal la fortaleció porque se dio cuenta de que el patrón del hombre violento se repite. Abogada de formación, madre de una adolescente de 17 años y una niña de 5, en 2019 interpuso una denuncia contra su exmarido, un contador con quien estuvo casada ocho años y cuyos primeros dos hijos, de otro matrimonio, ayudó a criar.
“Yo sufrí todas las violencias, me costó mucho darme cuenta. Existe ese pacto de silencio, de vergüenza, al principio lo seguís cubriendo. Con mi denuncia pude poner fin al menos a la violencia psicológica, física, ambiental. No pude frenar la violencia económica. Él dejó de pagar todo y yo me quedé sin ingresos porque trabajaba con él”, cuenta.
Su situación fue calificada como de “riesgo alto” por la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de Justicia. Le dieron un botón antipánico, pero la batería se descarga rápido y la única vez que lo usó, un policía llegó 35 minutos más tarde.
Pidió que le pongan a él una tobillera electrónica para que lo controlen y evitar que se acerque. “Me respondieron que para él es estigmatizante”, se lamenta.
Perder poderío
Melisa García, presidenta de la Asociación de Abogadas Feministas (Abofem Argentina), señala que el aumento de femicidios es real, más allá de que estén más visibilizados en el país donde la explosión feminista en las calles empujó la legalización del aborto a fines de 2020.
“Cuando la mujer adquiere más derechos y ante la pérdida del poderío patriarcal, la reacción machista es violenta, hay un mensaje de odio. Por eso estamos viendo tantos femicidios y pareciera que nada de lo que se haga es suficiente”, advirtió García a la AFP.
En el año 2020, se cometieron en Argentina 295 feminicidios. A un promedio de cinco por semana y uno cada 29 horas, según el Observatorio de Femicidios de la Defensoria del Pueblo de la Nación. Se suman las víctimas colaterales: 212 niños que quedaron sin sus madres.
“La situación de confinamiento de la víctima con su victimario llevó a las mujeres a quedar atrapadas con su propio agresor”, advirtió la Defensoría. La gran mayoría de los femicidas son parejas o exparejas de las víctimas.
En febrero, Abofem impugnó por falta de capacitación en perspectiva de género a 52 jueces de los más de 130 candidatos a ocupar cargos en cámaras de apelaciones.