Con los brazos caídos y el paso lento. La energía y felicidad que irradia todos los lunes que regresa de sus giras por el país, no estaba presente. Tal vez porque no tuvo eventos rodeado del pueblo, o tal vez porque los sucesos ocurridos lo habían agotado.
Con el anuncio de la conmemoración de los 150 años del fallecimiento de Benito Juárez y la reapertura del Recinto dedicado al expresidente en Palacio Nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador intentaba disimular su falta de felicidad.
El famoso Quién es quién, pero el de los combustibles, no el de las mentiras, arrancó primero, luego una pregunta que lo hizo descargar un poco lo que traía. Iberdrola, la empresa española contra la que ha dedicado decenas de minutos por el daño que causó a México, la misma provocó que propusiera una “pausa” en las relaciones con España, ganó un amparo.
La posible corrupción que permitió este amparo hizo regresar la crítica que también ha mantenido contra el Poder Judicial y su petición de una reforma, pero confió en que, con los próximos cambios de autoridades, se transformará dicho poder.
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Iberdrola, que de sólo escuchar el nombre lo hace ponerse de malas, dio paso a otro de sus temas preferidos para criticar: los órganos autónomos, que reiteró, fueron creados para beneficiar a grupos de intereses creados, para gastar el presupuesto, que es dinero del pueblo, en unos cuantos. Por eso, propuso tajante, la Profeco exhibirá los grandes sueldos, los de los funcionarios públicos que ganan más que él, lo que viola la ley.
Una pregunta más, sobre el riesgo de sequía en Querétaro. No importaba, al menos no tanto. Los reporteros ansiaban respuestas, pero no de Querétaro, sino sobre la captura del narcotraficante Rafael Caro Quintero, fundador del Cártel de Guadalajara, y que fue detenido el pasado viernes por la tarde.
“Preguntarle sobre la detención de Rafael Caro Quintero. ¿Qué informe le dieron? ¿Cómo lo ubicaron? ¿Qué participación tuvo la DEA?”, cuestionó directo una reportera.
Su cara se tornó seria y comenzó su respuesta lamentando el accidente de helicóptero en el que murieron 14 marinos. Pero mucho más que antes, su hablar fue lento, cuidaba sus palabras.
“Desde luego esto implicó un trabajo de inteligencia”, volteó a ver el atril y luego hacia el techo. Desviaba la mirada. “Fue un trabajo que llevó a cabo la Fiscalía con apoyo de la Secretaría de Marina”, dijo mientras se rascaba el cachete, luego volvió su mirada al atril.
La noticia le incomodaba, no le daba satisfacción como cuando se lanza contra un periodista, como cuando habla del Tren Maya o cuando su equipo favorito vence en el beisbol.
Sobre la DEA, la crítica que había hecho en el pasado por su injerencia en territorio mexicano, ahora fue matizada. No tuvo participación, dijo, aunque se le había pedido información, no pudieron hacer la investigación, justificó.
Estaba tranquilo. No se mostraba enojado, pero no estaba feliz. En ningún momento soltó el atril, su escudo cuando es un tema complicado.
Incluso, la información que mostraba parece no estar a la par de la realidad. El mandatario aseguró que serán las autoridades correspondientes quienes resuelvan sobre la extradición del narcotraficante, pero que hasta ahora sólo había amparos por presuntos errores del proceso y para que quedara en libertad, pero no contra su extradición.
Apenas dos horas más tarde, un juez federal tuvo una versión diferente al otorgar una suspensión contra la extradición o deportación de Caro Quintero, en tanto no se realizara un juicio de extradición en el país, en respuesta a un amparo promovido por su hermana, Beatriz Angélica.
¿Habló con Joe Biden sobre la detención?, le preguntaron. Ahí sí alzó la voz. “No, no, no. Yo no trato estas cosas. Estos son acuerdos que tienen que ver con intereses generales, nacionales. Un Presidente de México no puede ir a tratar con un presidente de otro país el asunto de un presunto delincuente. Eso a lo mejor lo hacían antes, nosotros no”.
Ni ha hablado ni hablará. López Obrador dejó salir un poco de su enojo, no tiene por qué hablarle para felicitarlo, “es el trabajo de cada quien” y aseguró que en Washington no le pidieron que actuara, que eso lo sostienen los “politiqueros del conservadurismo”.
Comenzaba a molestarse, pero decidió cambiar al tema. Aseguró buena relación con los empresarios y, como si estuviera planeado, un reportero lo cuestiona sobre el apoyo a migrantes, un tema que sí le gusta.
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