Una ensalada de palabras

28 de Abril de 2025

Diana Loyola

Una ensalada de palabras

DIANA LOYOLA

Una de mis pasiones favoritas es degustar. Lo hago siempre y de cualquier manera: con la boca, con los ojos, con los oídos, con el olfato y también con la piel. Disfruto enormemente del crujir de una buena costra de pan, de la turgencia de una verdura fresca o del jugo casi luminoso de un durazno… ¡ufff!. La experiencia de comer (de las pocas necesidades fisiológicas que realizamos en forma grupal), es un acto de completo abandono de los sentidos, y a mí me encanta sentirme invadida por los olores, colores, sabores, texturas y sonidos en forma simultánea.

En una exploración inquieta, hoy haré un ejercicio que desde hace tiempo tengo en mente: una ensalada que contenga en sus ingredientes, un poco de su historia y en su sabor, el gozo de las palabras.

En un intento de reunir diversas culturas les comparto mi receta: comienzo con una cama de lechuga, cuyo nombre viene del latín lactuca: cuya traducción es “lechosa” y que hace referencia al jugo o néctar que escurre poco a poco de su tallo cuando es cortada. Agrego jitomates –del náhuatl xictli: ombligo (¿porqué no?, es el centro en el universo de la ensalada) y tomatl: tomate, tomate de ombligo o redondo- cortados en medias lunas.

Incorporo unas cuantas aceitunas negras para dar sabor y contraste, esas guapas cuyo nombre viene del hebreo zait, de donde deriva la palabra árabe az-zaituna. Un poco de queso (del latín caseus), ya sea de cabra, un buen parmesano, el mexicanísimo panela, o si se prefiere unas finas hebras de queso originario de la región de los Valles de Oaxaca, ¿cuál se les antoja?.

Una manzana -otrora mazana, palabra derivada del latín vulgar mattiana, especie descubierta por Caius Matus en el siglo I antes de Cristo- o la sensual y curvilínea pera, con una sílaba fuerte y una suave, vocablo que viene del latín pira o pirum, en lajas medianas donde quepan las memorias de sus orígenes. Algunas nueces, del latín nux o nucis, que refería a cualquier fruto cubierto por una cáscara, tal vez pecanas troceadas que pueden estar o no, garapiñadas. Un toque delicado al paladar que conjunta y potencia el sabor de nuestra mezcla es una buena vinagreta –vocablo que proviene del francés vinaigrette, diminutivo de vinaigre, vinagre o vino agrio- que además contenga aceite de oliva, palabra maravillosa que, como ya lo mencionamos, viene de la voz árabe az-zait, aceite o jugo de la oliva o aceituna. Nuestra ensalada de palabras está lista, a punto y dispuesta para ser degustada por los ojos, devorada con su historia y disfrutada por sus imágenes.

Saber que en un plato se mezclan palabras que, además de su significado cotidiano, esconden secretos, anécdotas y voces de antaño, que al degustarlas nos obsequian el regusto de un lenguaje vivo y vibrante es, sin duda, un regalo. La naturaleza sabia, la madre tierra, que nos da sus frutos generosa para reunirnos en torno a ellos. En este avatar se estructura un conjunto perfecto; tierra, aire, agua y sol, que nos permite un deleite honesto integrándonos todos los elementos en un recurso culinario.

Comamos siempre con todos los sentidos, con la frescura de la memoria, lo crocante de la historia de las palabras, con el cariño de aquellos para quienes cocinamos y juguemos con los escenarios del banquete.

¡Hasta la próxima!.

@didiloyola

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