Un hospital bajo los explosivos

25 de Noviembre de 2024

Un hospital bajo los explosivos

La bomba de racimo que impactó en las 
inmediaciones del nosocomio provocó unas 30 o 40 explosiones, en lo que fue “el bombardeo más intenso” que haya habido en uno de los principales pueblos de Azerbaiyán

Eran alrededor de las 17:30 horas del miércoles en Martakert, en el noreste de Nagorno Karabaj, del que prácticamente huyeron casi todos sus cinco mil habitantes desde que empezaron los enfrentamientos el pasado 27 de septiembre entre los separatistas armenios y el ejército azerbaiyano.

Unos soldados heridos procedentes del frente (a una decena de kilómetros), acababan de llegar en ambulancia o en coche para ser atendidos en el hospital. “Y luego empezó a sonar la alarma. Algunos lograron llegar al sótano”, explica a la AFP Guevorg Tadevosian, un médico de 31 años.

“Fuimos bombardeados por un avión, que lanzó cohetes y luego una bomba de racimo”, afirma el hombre, que viste uniforme militar y va armado con un fusil.

El techo de chapa de la garita de la entrada quedó destrozado y el muro que bordea la carretera, casi totalmente derrumbado. En el jardín, el impacto de dos bombas dejó cráteres de por lo menos un metro de profundidad.

En lo que queda del estacionamiento, la decena de vehículos, camionetas y camiones que estaban allí no resistieron la intensidad del ataque, y ya no quedó más que un amasijo de chatarra retorcida y ennegrecida.

Al fondo del recinto, relata la agencia francesa, las ventanas del edificio principal, de un solo piso, están reventadas y los cristales tapizan el hormigón de delante de las entradas.

“Estábamos afuera, ayudando a los que traían soldados heridos y de repente todo se derrumbó”, cuenta a AFP Viktor Minasian, que lleva la cabeza vendada hasta las orejas.

“En el momento no me di cuenta de lo que pasaba. Cuando recobré la conciencia, uno gritaba ahí, otro más allá”, recuerda el chofer, de 36 años.

Resulta imposible saber el número de heridos, ni cuántos soldados estaban siendo curados en el momento del ataque. En cualquier caso, el hospital tuvo que ser abandonado.

En el edificio principal, solo quedan algunas camas y las múltiples habitaciones están completamente vacías. En el sótano, se ven algunos colchones tirados en el suelo. Después del bombardeo, “transferimos a los heridos rápidamente a otro lugar”, explica el joven médico, llegado desde Ereván, donde ejerce como civil. “Es mi pueblo, nací aquí, naturalmente que debía defenderlo”, sostiene.

No muy lejos, en una de las colinas boscosas que rodean el nosocomio, un día más tarde se escuchaba el ruido de los disparos de artillería de las fuerzas de Nagorno Karabaj.

A 200 metros del hospital, Karlen Aghabekian, un lugareño de 56 años, enseña a los periodistas de la AFP la casita de su vecino, que también fue alcanzada por una bomba. “El dueño está en el frente”, explica el hombre, que luce un chaleco con varios bolsillos, un pantalón de lona, zapatillas oscuras y una Kalashnikov colgada al hombro.