“Ruego porque podamos encontrar el gobierno que nos merecemos”, dice Iñárritu al recibir el Oscar…
@CNNMex, 22/02/15
Mata un perro y te dirán… A nuestro gobierno le falta credibilidad. Distintos acontecimientos como Ayotzinapa, Tlatlaya y escándalos de presunta corrupción como los de “las casas”, facilitaron la disposición de una amplia fracción de la sociedad a evaluar con suspicacia cada nueva propuesta del Ejecutivo Federal.
En los últimos días, además, le “llovió sobre mojado” a la imagen gubernamental. Las declaraciones de Alejandro González Iñarritu sobre el encuentro de un mejor gobierno; el mensaje del Papa Francisco previniendo en Argentina la mexicanización y hasta Vicente Fox refiriendo la posición «en jaque» del Presidente Peña Nieto, no ayudan al rating oficial. “La verdad no peca pero incomoda”, advierte el dicho popular.
Así es la vida. Equivocaciones constantes inclinan a evaluar con mayor detenimiento cada iniciativa, hasta conseguir nuevamente la confianza a fuerza de actuar correctamente. Entonces se genera un capital político que permite realizar proyectos con menor recelo. En esa cantera de credibilidad ―opino y es idea central de estas líneas― ha de trabajar el gobierno. Porque cuatro años de gestión teniendo a casi dos tercios de la sociedad criticando, caricaturizando, menospreciando o por lo menos dudando de tus actividades, resulta atroz. Si es cierto, como lo creo, que “si le va mal al presidente, le va mal al país”, las dificultades las padecemos todos.
A más de alguno nos da por imaginar si es mejor otra persona en la Primera Magistratura. Me detengo a reflexionar, con los pies en la tierra y en un ejercicio proyectado sobre circunstancias reales, lo que tendría que pasar para que el Ejecutivo Federal renuncie al cargo. No le deseo a México ese escabroso camino. Además, dudo que en este momento los problemas del Estado dependan de poner en la silla presidencial a otro “funcionario”. «¿A quién, tu?», me preguntó el imaginario Guillermo Rías.
La propuesta es aprovechar las dificultades y trabajar juntos por un mejor país. A partir de los conflictos vividos, construir con el gobierno una agenda sobre la cual cerrar filas, en la que participemos activamente, en la que nos «partamos la madre», dicen los malhablados.
Si la vida te da limones…
Aprendemos incluso de las situaciones más complicadas. Con frecuencia, esos obstáculos significan una de las mayores fuentes de experiencia. Así, el espinoso escenario que México y su gobierno viven, particularmente en los últimos meses, puede ser una profunda fuente de autoconocimiento para salir adelante y proyectar un futuro más sólido y satisfactorio. ¡Qué aprendamos de los errores, pues!
El clima de inseguridad padecido en importantes ciudades del país, vaivenes económicos, escándalos sobre corrupción, crímenes contra periodistas, 43 estudiantes normalistas desaparecidos en Ayotzinapa y cien brutalidades adicionales han generado, entre otras secuelas, una sociedad exigente, más sensible ante atracos, engaños e ineficacias en otro momento toleradas con mayor facilidad. Este aumento en la conciencia crítica de la sociedad es uno de los aprendizajes positivos y necesarios para sortear el atolladero.
El otro elemento ineludible de nuestro progreso nacional es el aprovechamiento de los sonados y ofensivos casos de corrupción para, a partir de ellos, diseñar estrategias especialmente sensibles a cualquier putrefacción de este tipo. “El que con leche se quema, hasta al jocoque le sopla”. Si ya aprendimos, ahora sí, ¡pero de verdad!, acompañemos un proyecto blindado contra el saqueo.
Finalmente, me refiero a la agenda de la Administración Federal. Uno de los factores que abonan a la desconfianza es la falta de conocimiento. Probablemente haya un programa claro sobre los temas que en los siguientes años se abordarán. Sin embargo, como muchos otros ciudadanos, desconozco estos planes. He escuchado ampliamente sobre la consolidación de las reformas. Pero sería muy importante que gobierno y sociedad diseñemos una agenda a la que ―con ojo crítico y esforzado― nos sumemos.
Cuando hablo de agenda no me refiero al quehacer diario del gobierno. Ni a los cientos de importantes actividades que se tengan pensadas para los siguientes años. Mucho menos estoy considerando los intereses políticos que en las próximas elecciones ya muchos olisquean. La propuesta es: dos o tres magnos objetivos, neurálgicos, sobre los que nos avocaremos para desarrollar a México. Pienso que, adecuadamente comunicados, estos cometidos serían determinantes elementos de unión, inexcusables en un país dividido. Tres ideales, tres propósitos, que todos los mexicanos tengamos en mente, sobre los que la mayoría nos unamos. Esos mismos afanes podrían ser, además, la segunda evaluación de Enrique Peña Nieto como Presidente de México. Del tamaño de los retos son las victorias.
“Yo solo sé que todo eso que escribió se lo contaron”, Luisa S. Márquez de García.
Gracias a Carlos G.B., por la amistad y el diálogo.