Con presencia en sólo mil 328 municipios (54 % del territorio) y operaciones en apenas 19 estados; con alrededor de cuatro mil unidades de salud (una quinta parte del total en el país) y un presupuesto cinco veces inferior al que recibía el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), el IMSS-Bienestar enfrenta el desafío de asumir las tareas que realizaba el fallido organismo.
Creado en 2020 por decreto de Andrés Manuel López Obrador, el Insabi fue diseñado para dar atención médica a los mexicanos que carecen de seguridad social y desmantelar al Seguro Popular. Pero tras 40 meses de improvisación, el Insabi fue en declive hasta que este miércoles la Cámara de Diputados votó a favor de su extinción.
Entre los grandes pendientes que deja está la calidad de la atención. De acuerdo con datos de la Secretaría de Salud, en 2022 el Insabi ofreció 15.8 millones de consultas a mexicanos sin seguridad social, mientras que el IMSS-Bienestar dio otros 17.6 millones, para un total de 33.4 millones.
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Esa cifra está muy lejos de las 97.1 millones de consultas que en 2014 el Seguro Popular ofreció a las personas que no son derechohabientes del IMSS, el ISSSTE u otro esquema de salud.
Esto significa que sí el IMSS-Bienestar aspira a igualar los números que tuvo en sus mejores años, tendría que dar 100 millones de consultas adicionales, es decir, un aumento de 568 % respecto de la capacidad de atención actual.
Considerada una pequeña rama del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para dar atención médica a los mexicanos que viven en zonas rurales con altos niveles de marginación, el IMSS-Bienestar opera cuatro mil 105 unidades médicas, 250 menos de las que tenía en 2018. En tanto que el Insabi contaba con 14 mil 380 unidades de atención (728 menos que en 2018), lo que suma 18 mil 485 clínicas y consultorios.
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