Lo que una vez fue una ofensiva controvertida por parte de Rusia, ahora es una defensa posible para el frente ucraniano. Se trata del uso de bombas de racimo, un arma prohibida en la mayoría de los países —no así en Rusia—, debido a que su diseño no apunta a un objetivo fijo, sino a extensas áreas alrededor.
También conocidas como “bombas de fragmentación”, han sido utilizadas por Rusia desde el comienzo de la invasión en febrero del 2022. Esto le valió al régimen de Putin críticas de diversos países y señalamientos por parte de organismos internacionales, pues al estallar, liberan decenas o cientos de submuniciones que se pueden dispersar a una distancia máxima de 100 metros.
El peligro de estas armas no se limita al aire, ya que en ocasiones no estallan y permanecen en el piso, en donde también pueden explotar al contacto, de manera similar a una mina terrestre.
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Estas características son las que han hecho que al menos 100 países prohíben su uso, pues muchas de las víctimas de su poder terminan siendo civiles inocentes o infraestructura ajena al conflicto bélico. Fue en la Convención sobre Prohibiciones o Restricciones de Ciertas Armas Convencionales de 1980 que se adoptó la resolución. Plasmado como un anexo de los Convenios de Ginebra, también se colocó en esa categoría a las minas antipersona, aunque cabe destacar que Rusia nunca firmó el tratado.
Pero en un irónico giro bélico, este armamento se convirtió en una de las más recientes adquisiciones del ejército ucraniano; un apoyo de Estados Unidos que en esta ocasión generó las protestas del propio gobierno de Vladímir Putin. “El posible uso de este tipo de armas cambia la situación y, por supuesto, obliga a Rusia a tomar ciertas contramedidas”, dijo a la prensa el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, apuntando que la elección de esas medidas es una prerrogativa del ejército ruso.
Las amenazas no hicieron mella ni en Ucrania ni en Estados Unidos. Tras el arribo de los primeros cargamentos con las bombas de fragmentación, el presidente Joe Biden aseguró que Putin, “ya perdió la guerra” y se verá forzado a negociar. “Podría poner fin a la guerra mañana, solo tendría que decir: ‘Me detengo’”, dijo durante su visita a Finlandia como miembro de la OTAN.
“No hay posibilidad de que gane la guerra en Ucrania (...). Ya la perdió”, fueron sus palabras, y puntualizó la falta de recursos militares de Rusia y sus dificultades económicas como otros motivos de la derrota.
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