Alrededor del año 1347 fue cuando llegó la peste bubónica a algún puerto europeo del Meditarreo, desde donde se diseminó al resto de Europa, Oriente Medio y el norte de África, convirtiéndose en una pandemia que mató a entre 75 y 200 millones de personas —alrededor del 60% de quienes vivían en esas zonas—, en lo que se conoce como la “peste negra” o la “muerte negra”.
Aunque no está claro si la llegada de la enfermedad a Europa fue en Francia o Italia, se sabe que llegó desde Asia y una de las hipótesis más populares es que el brote de esta enfermedad empezó en el este del continente, en China.
Sin embargo, una investigación en la revista Nature ubica la población en que se pudo haber originado la pandemia en cerca del lago Issyk Kul, en lo que ahora es Kirguistán.
Desde hace 140 años, una serie de excavaciones en el lugar encontraron lápidas que indican que las personas murieron en esos años de una epidemia desconocida; esas lápidas han sido la base de la hipótesis sobre el origen de la Peste.
El equipo internacional que hizo la nueva investigación analizó el ADN antiguo de restos humanos y logró identificar ADN de la bacteria de la peste, llamada Yersinia pestis, en individuos cuyas lápidas tenían el año 1338 inscrito.
“Pudimos demostrar que la epidemia mencionada en las lápidas fue causada por la peste”, dijo Phil Slavin, uno de los autores principales del estudio e historiador de la Universidad de Sterling en Reino Unido.
Esta fecha coincide de manera sorprendente con una hipótesis hecha desde la genética, que encontró que alrededor de esa época empezaron a divergir distintas cepas del grupo de bacterias que ocasionan la peste.
El estudio demuestra, de acuerdo con la Universidad de Sterling, cómo las investigaciones multidisciplinarias entre historiadores, arqueólogos y genetistas pueden resolver grandes misterios de nuestro pasado con una precisión sin precedentes.