Junto a la figura de Nefertiti, el faraón Tutankamón es uno de los personajes más emblemáticos y reconocidos de Egipto. A 100 años del descubrimiento de su tumba —el 4 de noviembre de 1922—, la ciencia ha logrado desentrañar no solo su reinado, sino incluso su apariencia física y la probable causa que lo llevó a la tumba a la edad de 18 años, aproximadamente.
El nombre de Tutankamón era conocido por los historiadores desde antes del descubrimiento de su cámara mortuoria, gracias a los registros históricos de las dinastías que reinaron en Egipto. Ya en 1907, el egiptólogo Edward R. Ayrton creyó encontrar su lugar de descanso en la tumba denominada KV54, ya que en ella se encontraban algunos objetos con su nombre, aunque más tarde se descubrió que el espacio únicamente albergaba jarros de almacenamiento con diversos objetos.
No fue sino hasta 15 años después que el egiptólogo y arqueólogo Howard Carter encontró la verdadera tumba de Tutankamón, la cual consta de un corredor, antecámara, las cámaras reales y un anexo. Las piezas históricas y de gran valor, la pintura mural y el sarcófago, entre otras cosas, deslumbraron al especialista, el cual, ante la prensa de esa época, solo atinó a decir “veo cosas maravillosas”, y el furor por el “niño rey” y su tumba prácticamente intacta dieron la vuelta al mundo y permanecen hasta nuestros días.
El origen de una maldición
Pero los problemas no tardaron en aparecer. La muerte por neumonía de George Herbert de Carnarvon (mecenas que financió el proyecto de excavación) en abril de 1923, pocos meses después del descubrimiento, dio pie a los temores por “la maldición del faraón”, alimentados por la supuesta existencia de una inscripción en la cámara mortuoria que advertía que “La muerte golpeará con su miedo a aquel que turbe el reposo del faraón”, así como a un misterioso corte de luz en la ciudad de El Cairo reportado ese día.
A lo largo de los siguientes meses y años, se sumarían tres fallecimientos más en personas relacionadas a la tumba y su exploración, pero cabe destacar que de los 58 hombres relacionados directamente al descubrimiento, únicamente ocho murieron en un lapso de 12 años.
El fallecimiento del propio Carter, 17 años después del acontecimiento, derriba el mito: el arqueólogo murió a los 64 años, de muerte natural.
Actualmente, tanto el cuerpo como los artefactos del faraón permanecen en el sitio donde fueron encontrados, y aunque han recorrido el mundo en varias exposiciones especiales, las autoridades han informado que ya no se permitirá que abandonen Egipto.
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