Una jugada maestra se puede estar cocinando en un entorno de mucho riesgo para el actual habitante de la Casa Blanca. Vaya que Donald Trump ha tomado decisiones polémicas y riesgosas en su infantil presidencia, sin embargo, no hay duda que la última decisión tomada en cuanto a suspender los derechos presidenciales que les había otorgado Barack Obama a los dreamers ha sido de las más controvertidas hasta el momento. Los jóvenes migrantes que fueron llevados a otro país por sus padres exiliados económicos y sociales de un país carente de oportunidades y falto de legalidad, aunque si bien es cierto que los números cada vez son más bajos, no conocen otro país que Estados Unidos ni otra cultura que la estadunidense más allá de ser prácticamente segunda generación de mexicanos en aquel país. Jóvenes que aportan social y económicamente a la sociedad, se encuentran entre la espada y la pared ante un sistema draconiano de migración que los ha dejado en un limbo, sobre todo desde el 11 de septiembre de 2001. Obama tuvo que hacer como prácticamente todas las acciones que tuvo su gobierno a través de firmas ejecutivas ante la oposición del gobierno y proteger a cierto grupo de la vulnerabilidad de ser deportados. El Dream Act, firmado por Obama, la Ley de fomento para el progreso, alivio y educación para menores extranjeros, daría un camino hacia la ciudadanía estadunidense a estudiantes indocumentados que hubiesen llegado a Estados Unidos siendo menores de edad y menor de 31 años de edad al 15 de junio del 2012, haber residido continuamente en Estados Unidos desde el 15 de junio de 2007, así como encontrarse actualmente en la escuela, haberse graduado y por ultimo no haber sido condenado por un delito durante su estancia en Estados Unidos. A todos esos jóvenes, Obama los hizo elegibles de un programa que les permitía seguir aportando con tranquilidad a la sociedad estadunidense. Para nadie es un secreto que la campaña de Trump estuvo llena de promesas radicales que incluían la cancelación del programa que es parte sin duda del legado Obama y cabe perfectamente en el discurso de campaña y ahora de gobierno del presidente de Estados Unidos que incluye prácticamente una limpieza social a través de leyes de migración; pues así como Obama lo firmó, Trump lo puede “desfirmar”. El riesgo de haber gobernado a través de acciones ejecutivas por parte de Obama era alto y él lo supo desde la elección en la que tanto hizo por Hillary Clinton, a pesar de lo que resultó ser una campaña desastrosa. Ahora Trump amenaza a esos jóvenes y al legado de Obama como ha ocurrido con la mayor parte de las leyes ambientales que firmó.
›Razones hay muchas por las que a Trump le conviene echar DACA para atrás: apela perfectamente a su base ultraconservadora, es un movimiento fácil y estridente como le gusta, termina aún más con el legado de Obama, y de paso, por si fuera poco, perjudicar a México en varios sentidos, al tener que recibir, supuestamente y de pronto, cerca de 800 mil jóvenes que son parte del programa de los 2 millones que son elegibles para inscribirse.
La decisión vino de pronto y sin esperarse y sacó a la calle a las cinco millones de jóvenes que habían advertido iban exigir su permanencia ante una decisión que el mismo presidente Obama calificó como cruel y antiamericana. No es casualidad que esta “decisión” de suspender el programa DACA se dé en el contexto de la renegociación del TLC. Sabiendo que los dreamers no quieren venir a México, y que por más que sean fuerza calificada, México no los quiera de regreso, Trump detonó una de las balas que tiene disponible en la pistola que está puesta sobre la mesa desde el día que ganó la elección en tres cosas específicas: el muro, la migración y la seguridad, y puede ser que con esta acción haya ganado algo en varios de esos terrenos. Por una parte, la amenaza de cancelación le permite tirar la pelota a la cancha legislativa para que la haga ley en los próximos seis meses. El acercamiento que ha tenido con el partido demócrata para el tema, lo denota como un tipo capaz de negociar con el otro lado, a la vez que encela a los republicanos y los hace moverse de su asiento y apoyarlo. Por otra, ofrece “el muro” a cambio de los dreamers con los demócratas. En caso de que el negocio no se dé, al final no es su culpa. Es culpa del legislativo por no ser capaz de generar leyes que les permitan a los dreamers quedarse en Estados Unidos. Al final, él es el presidente de la ley y la justicia. El TLC puede ser un buen elemento a cambiar para que el gobierno mexicano ceda en algunos capítulos o peticiones con tal de ayudar de alguna forma el cabildeo que públicamente está haciendo el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray. De ninguna forma se dará en contexto explícito, pero es una señal política de torcer aún más el brazo de tu oponente a la mitad de una negociación como la que se está dando actualmente. Si Trump se sale con la suya, podríamos estar ante un escenario en el cual, gracias a él, los dreamers se hacen ley por parte de un Congreso que trabajó de forma bipartidista en un hecho que desde hace tiempo no ese veía con demócratas y republicanos trabajando juntos, con dinero para construir su “muro”, aunque en realidad se trate de un reforzamiento de la frontera, y con algunas concesiones de México ante el TLC. Una jugada maestra, que como siempre, corre un enorme riesgo: que es seis meses el Congreso no lo haga ley, no le dé dinero para su muro y se quede en el entredicho de cumplir su amenaza y verse como el presidente más cruel de la historia, o tener que echarse para atrás ante su base que esta deseosa de sangre a ante las promesas que hizo.