El banco de negocios estadounidense Lehman Brothers desapareció en septiembre de 2008 prácticamente de un día para otro. Fue una sorpresa para un analista debutante; un directivo de la Fed temió el contagio, y un denunciante alertó de lo que iba a ocurrir, pero nadie lo escuchó. He aquí sus testimonios.
Paolo Battaglia, el analista debutante
Tras una pasantía en el verano de 2007 y una formación en Lehman Brothers, el joven italiano integró en julio de 2008 la filial de inversiones de capital en Londres.
“Empezaba una nueva aventura, era mi primer trabajo”, rememora. Lehman “tenía mucho prestigio y era gratificante trabajar en la institución”.
“Era consciente de que el momento no era fácil para el sector y para Lehman en particular pero, hasta el último día, nadie se esperaba que recurrieran al ‘capítulo 11'”, confiesa, en referencia a la ley de quiebras de Estados Unidos.
Una vez que quedó claro que el banco de negocios no podría sobrevivir solo, “pensamos que alguna entidad como Bank of America o Barclays lo comprarían”.
Pero la mañana del lunes 15 de septiembre de 2008, en el vestíbulo de Lehman, empleados de PWC --administrador de la quiebra -- “distribuían indicaciones que nos prohibían realizar transacciones”.
“Creí que el procedimiento de quiebra iba a llevar tiempo, que seguiríamos trabajando durante un tiempo. Fue una sorpresa que todo se acabara abruptamente”, agrega Battaglia.
Cree que tuvo “suerte” porque trabajaba en ‘private equity', la gestión por cuenta de terceros. “Pudimos seguir y evité los despidos” que afectaron a otros empleados, sostuvo.
Trabajó hasta mediados de 2010 para el fondo de inversiones de Lehman, adquirido por algunos de los directivos. Después se fue a Goldman Sachs, donde sigue.
¿Con la distancia, podría haber actuado de manera diferente?
“Hice lo mejor que pude en una situación tan triste. Las opciones eran de todas formas muy limitadas”, explica.
Ningún directivo se sentó en el banquillo de la justicia. “Tenemos la tendencia a relacionar la quiebra con un delito pero es simplemente una empresa que quebró, como muchas otras”, comenta.
La última crisis bancaria, la de la primavera de 2023, con la quiebra de varios bancos regionales estadounidenses y el rescate del Credit Suisse “ha sido muy diferente” a la de 2008, considera.
Las “herramientas y los conocimientos de los reguladores y de los mercados son muy superiores para gestionar este tipo de situación que hace 15 años”, reflexiona.
William Dudley, el regulador preocupado
William Dudley no cambió su agenda aquel último fin de semana de la existencia de Lehman Brothers: dio una conferencia en la universidad de Princeton y después asistió a la boda de una amiga, en la que había mucha gente del mundo de las finanzas.
En un contexto así, “no se puede anular nada ya que la gente se pondría muy nerviosa”.
“Era muy extraño hacer como si no pasara nada”, recuerda el entonces vicepresidente de la filial neoyorquina del banco central estadounidense (Fed), cuya presidencia asumió en enero de 2009.
Sin embargo, aquella mañana, desde muy temprano en la oficina, la misión era encontrar un plan B para salvar a Lehman.
“En realidad, la historia había comenzado mucho mucho antes para mí ya que Dick Fuld (presidente de Lehman de 1994 a 2008, ndlr) tenía un asiento en el consejo de administración” de la Fed de Nueva York.
“Tuve mucho contacto con él. Me preocupaba que negara los riesgos para la economía, para el sistema financiero en general y Lehman Brothers en particular”, cuenta Dudley.
“Tanto es así, que envié un informe en el verano de 2008 a la junta de gobernadores (...) sugiriendo que tomáramos medidas preventivas (...). Fue recibido con un silencio atronador”, precisa.
El 15 de septiembre, Lehman declaró la quiebra.
“Lo más curioso es que la reacción inicial no fue tan mala”, dice. Pero después hubo una reacción de “contagio” y un “lío enorme” provocado por las personas que querían recuperar sus fondos y los que buscaban cubrir su exposición.
¿Habría que haber salvado a Lehman? “Detrás de Lehman había otros (grupos) con dificultades como AIG”, recuerda.
Si pudiera dar marcha atrás, aconsejaría a su alter ego “insistir más” a los gobernadores. “Pero pienso que ya era demasiado tarde. Había demasiadas empresas con demasiados problemas”, reconoce.
La crisis de la primavera de 2023 tuvo “lugar a la vista de todos. Conocíamos las causas de las dificultades de estas empresas”, acotó.
Oliver Budde, el abogado informante
“Aquel lunes por la mañana, estaba en el edificio de Lehman cuando empezó el infierno”, dice Budde, que recuerda la “tristeza” y el “shock”.
A principios de la tarde, “vi al presidente de Lehman escabullirse por la puerta de atrás y marcharse en su limusina Mercedes negro con su propio chófer. Hice una foto. Es un recuerdo para mí".
Pasó la tarde hablando con sus antiguos colegas ya que estaba de año sabático tras su dimisión en febrero de 2006.
“Había visto muchas cosas que demostraban que estos hombres no eran de fiar. La quiebra de Lehman en cierto modo me lo confirmó", explica el antiguo vicepresidente y jefe adjunto del servicio jurídico de Lehman Brothers.
Reprocha a los dirigentes que operaran en la sombra para ganar el máximo de dinero. Un cambio de regulación en 2008 no sirvió de nada.
“De hecho, se escondían más que antes”, sostiene Budde. Era “escandaloso”, añade. “Fue entonces que me convertí en denunciante”.
Entre abril y septiembre, envió cinco correos electrónicos a las autoridades estadounidenses, con copia al consejo de administración y el servicio jurídico de Lehman. Pero “nadie me contactó".
“Estoy orgulloso de mi proceder. Hice lo que debía”, rememora. Si pudiera dar un consejo al Oliver de 2008, sería “ser menos ingenuo” con las autoridades.
Según él, el banco se podría haber salvado si alguna entidad, como Barclays lo hubiera comprado, pero “el precio es mayor” después de una quiebra, asegura. DJ
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