La exposición de lo que se conoce como “teorías de la conspiración” hace que las personas sean más propensas no sólo a creer en ellas, sino que también promueve el pensamiento populista, y en particular el pensamiento maniqueo, que divide al mundo en buenos y malos, concluye un estudio que se publica hoy en la revista Electoral Studies.
Un equipo de investigación de las universidades Autónoma de Barcelona y Abierta de Cataluña demostraron empíricamente esta conclusión por medio de varias estrategias metodológicas, incluyendo un experimento; por otra parte, indican que su trabajo no invalida que también suceda lo contrario, es decir, que el pensamiento populista también puede promover la tendencia a creer en teorías conspirativas.
La investigación, por medio de cerca de tres mil encuestas, consideró, por un lado, a las personas que creen en cuatro teorías conspiratorias: las relacionadas con el 11 de septiembre, las relacionadas con la industria farmacéutica, las que afirman que el mundo está dominado por grupos secretos y los que hacen afirmaciones sobre vida extraterrestre.
Después se buscó la relación entre sostener estas creencias con el crédito que le dieron las personas a un conjunto de declaraciones populistas como “muchos miembros del gobierno son unos sinvergüenzas” o “aquellos que no están de acuerdo con mis puntos de vista políticos están mal informados”, y se encontró que quienes adoptan teorías de conspiración suelen también tener actitudes populistas.
Entre las diversas dimensiones del populismo, el maniqueísmo, que además de dividir la sociedad entre buenos y malos lo hace entre quienes tienen razón y quienes no, fue el que más se relacionó con la exposición a las teorías de la conspiración.
Por otra parte, hubo dos dimensiones del populismo que no parecían verse afectadas por las teorías de la conspiración: el antielitismo, que es el rechazo a las personas e instituciones en el poder, y el pueblocentrismo, que se basa en la idea de que la soberanía popular es el epítome de la democracia y el poder debe estar en manos del pueblo.
“No tenemos motivos para creer que la correlación que encontramos en España no se aplicará también en otros contextos”, aseguran Carol Galais y Marc Guinjoan, autores del estudio.
Más del autor |
La lucha contra el fentanilo (en el cerebro)
Covid-19 agrava todos los tipos de demencia