Cincuenta años después del asesinato de sus padres, Ernesto Lejderman Ávalos no baja la guardia para que sean juzgados los altos mandos militares que ordenaron la ejecución y para que nunca se repitan los crímenes de lesa humanidad ocurridos durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Hijo de la ciudadana mexicana María del Rosario Ávalos Castañeda y del abogado argentino Bernardo Lejderman, Ernesto confía en viajar pronto a México para realizarle un homenaje a su madre, que fue ajusticiada junto con su padre por el sólo hecho de tener un pensamiento político distinto al del régimen militar.
En entrevista para ejecentral, Lejderman relata que, en diferentes momentos, su lucha por la justicia ha sido en medio de la pobreza y de la burocracia en los diversos países involucrados.
“Tengo el sueño de poder hacer un homenaje a mi querida mamá en México; ojalá pudiera hacerme acompañar de las autoridades y de los defensores de derechos humanos; sería ideal”, afirma Ernesto, quien tenía dos años y medio cuando un regimiento de militares al mando de los oficiales Ariosto Lapostol y Juan Emilio Cheyre ajusticiaron a sus padres en la ciudad de Vicuña, norte de Chile, cerca de la frontera con Argentina.
Al enterarse del golpe de Estado perpetrado por Pinochet contra el gobierno del socialista Salvador Allende y de que se había iniciado una persecución contra extranjeros y activistas de izquierda, los padres de Ernesto viajaron al norte del país con la intención de escapar hacia Argentina.
Era el 8 de diciembre de 1973, cuando una patrulla militar de al menos 20 integrantes dio alcance a la pareja con su pequeño hijo y los ejecutaron a mansalva.
“Yo soy un sobreviviente de ese crimen y vi cuando hirieron a mi madre, y vi cuando después la remataron”, relata Ernesto, que hoy tiene 52 años y cuenta con las tres nacionalidades (chilena por nacimiento, argentina y mexicana por naturalización).
“Mi mamá estaba malherida después de los primeros disparos; cuando se acercan los militares, intercambian unas palabras y luego la rematan. El argumento fue que acabaron con su vida para que no sufriera, como se mata a un caballo, a un animal. Yo tuve que presenciar ese crimen aberrante de más de 20 militares contra una niña mexicana de 24 años; yo estaba a dos metros”, recuerda Ernesto.
Fue hasta 2009 cuando la justicia chilena impartió justicia por el caso Ávalos-Lejderman. Se condenó a cinco años de cárcel a militares de segundo rango. Tanto Lapostol (hoy fallecido) como Cheyre (aún vivo) quedaron impunes.
“Hubo avances y la justicia pudo esclarecer que no fue un suicidio, como habían dicho los militares, sino que fue un crimen de lesa humanidad. Condenaron a tres militares, de un grupo de 20, y a cinco años de prisión”, lamenta Lejderman en conversación vía telefónica desde Santiago de Chile, a donde acudió para participar en la conmemoración de los 50 años del golpe pinochetista.
“Si bien se reconoce el hecho, la verdad es muy parcial la pena, muy mínima, porque los militares más importantes nunca fueron condenados”, añade el activista, quien recurrió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Actualmente se encuentra a la espera de que el organismo reabra el caso y “se emita una condena ejemplar a los responsables jerárquicos, los que dieron la orden de asesinar a mis padres”.
Lee también: Tortura y desaparición, las heridas abiertas por la dictadura chilena
Sobre la conmemoración de los 50 años del golpe que acabó con el gobierno de Salvador Allende y dio paso a uno de los capítulos más oscuros de los derechos humanos en Chile, Lejderman sostiene que “es una fecha muy particular, simbólica, en la que nosotros recordamos a nuestros familiares con mucha tristeza”.
Y agrega: “La justicia por mano propia no es un camino viable, para eso somos una república democrática, donde la paz y la hermandad deben prevalecer. Para eso están los canales de la justicia, para que este tipo de crímenes jamás vuelvan a ocurrir, ese el objetivo central”.
Lejderman no ha tenido una vida fácil. Sus abuelos paternos lo cuidaron desde que quedó huérfano y creció en el barrio de Villa Crespo, en Buenos Aires, donde vive una de las comunidades de judíos más grandes de la capital argentina.
“A mí me tocó vivir con ese trauma, la verdad tuve una infancia y una adolescencia muy difíciles; recién a los 29 años pude recibir tratamiento psiquiátrico y psicológico”, rememora.
“En distintos momentos de mi adolescencia sí recibí atención emocional, pero no fue exitosa. Con lo único que pude mejorar fue con la meditación y el yoga, eso me ayudó a equilibrarme y a encontrar una armonía”, expone Lejderman que hoy colabora con el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, dando asistencia legal y social a las personas pobres y a los migrantes.
El homenaje que Ernesto Lejderman Ávalos tiene en mente podría ser en abril del próximo año, cuando se cumplirían los 50 años de la exhumación de los restos de María del Rosario Ávalos Castañeda.
El sobreviviente estima que la buena relación que existe actualmente entre los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Boric podría facilitar los planes, además de que México ha mostrado sensibilidad sobre las víctimas de las dictaduras militares.
“México salvó muchas vidas en 1973, fue heroica la tarea de la Embajada de México en Chile. Para los actos conmemorativos me hicieron parte y estoy muy agradecido por ello”, comenta Lejderman, quien tuvo oportunidad de salud y contarle su caso al presidente López Obrador.
Sobre los familiares que tiene México, el activista dice que sólo ha podido verlos en cuatro ocasiones que ha tenido oportunidad de viajar a la capital mexicana.
“Estamos lejos, pero el corazón está muy cerca. Nací en Chile, pero me nacionalicé argentino y mexicano, con mucho honor y gloria, y tengo ganas de ir a mi tierra, porque mi madre era lo más importante para mí y México es uno de los países que es donde está mi familia y la quiero ver”.
SIGUE LEYENDO |