lleon@ejecentral.com.mx El sitio que señalaron los sobrevivientes después de las 13:14 horas del martes 19 de septiembre fue la escalera de la salida de emergencia, en la parte trasera de la construcción, hacia donde todos corrieron para tratar de salvarse y salir del edificio 286 en la avenida Álvaro Obregón, de la colonia Hipódromo y donde han rescatado a 28 personas con vida y 19 cuerpos. Aún hay cerca de 30 personas atrapadas bajo los escombros. Uno de los tantos rescatistas es el doctor Javier Villagroy, quien sostiene que no existen los milagros, pero también argumenta que la esperanza muere al último, por lo que después de nueve días continúa sumergido en ese mar de objetos revestidos de cemento y polvo. A más de 216 horas del terremoto es escéptico de milagros de vida, su vida personal queda fuera, esto lo convierte en un trabajo y su misión en estas circunstancias, señala, es “sacar cuerpos, porque también es importante para la gente, para todos nosotros, tener algo con lo que tener tu duelo, alguien a quien llorar, tener un ataúd vacío debe de ser terrible porque en realidad no está ahí”.
Las primeras 72 horas
Él forma parte del grupo Rescate Urbano México, una asociación civil sin fines de lucro que no recibe subsidio gubernamental, por lo que ellos compran con sus recursos el equipo de rescate. Conforme pasaron las horas, la esperanza de encontrar a un sobreviviente se esfuma, pero la señal seguía en los azulejos. Una vez que los encontraran se trataba de girar a la izquierda para romper el muro divisorio entre la pesquisa con la realidad. Después de 72 horas “nadie puede hablar de absolutos, pero las cosas se empiezan a poner muy difíciles a partir de ese instante”, reconoce el doctor. Según las reglas de su entrenamiento, después de 50 horas de no encontrar a la primera víctima, las probabilidades de vida son muy bajas. La temperatura adentro de los escombros se mantiene cálida para que un cuerpo atrapado no muera de hipotermia, aunque al exterior, la lluvia o el frío generan un ambiente menos hostil, pues adentro ellos viven su propio drama. Desde el martes 19 a las 9 de la noche el grupo Rescate Urbano México no se ha movido de este punto de la ciudad. Su descripción sobre el momento del arribo al edificio 286 es frío. Sostiene que sólo hay que “separar tus emociones, tienes que analizar cómo está la estructura, tienes que empezar a recabar información de cuánta gente hay, qué había, si hay contacto con ellos, qué se ha hecho, todas esas cuestiones.” Los sonidos, los crujidos, son señales vitales, menciona que cuando estás adentro y estás trabajando.
›“Lo que haces es buscar señales de vida, hay varias técnicas y algunos instrumentos que utilizas para eso (...) y cuando estás ahí lo que haces básicamente es tratar de ubicar si hay señales de vida y tratar de dirigirte hacia el área donde lo estás escuchando”.
El imperio de los sentidos también tiene su tarea que realizar: se interpreta lo que hueles, ves, oyes; a partir de ahí sacas conclusiones que no te pongan en riesgo ni a quienes están adentro. La tecnología juega su rol, fibras ópticas y cámaras, por ejemplo, entran a los sitios y hacen un barrido de imágenes. La pericia física, no queda fuera, esa tecnología no suplanta el tener que sacar al paciente, “al paciente lo vas a tener que seguir sacando, picando, rascando, cortando y sacando escombros, la tecnología lo único en que te ayuda es a ubicar más rápidamente a esta gente”, sostiene el rescatista. Cuando ese momento ocurre, no hay técnica alguna que se pueda implementar para sacar un cuerpo, lo sacas como lo encuentras por lo estrecho de los espacios, esa es la única condición que te marca el protocolo del momento en las entrañas de la oscuridad.
“Si no tienes miedo, no entres”
Al romper los muros que se dividían en el segundo y tercer piso se encontrarían amontonados los cuerpos mutilados de las personas que habían corrido en esa dirección para salvarse, lo único que encontraron: un destino fatídico, qué más se puede hacer en 15 o 30 segundos que tardó en colapsarse el edificio café ubicado enfrente de un supermercado que hoy sirve para proveer a los rescatistas y voluntarios que después de nueve días continúan con los esfuerzos para encontrar a alguien más. El miedo te paraliza, pero también te marca tus límites, “si no tienes miedo no entres porque puedes cometer errores”, comentan los rescatistas que durante nueve días han entrado y salido un sin números de veces. Por ello, los topógrafos y sus aparatos de medición son monumentos, quienes cada veinte minutos reportan si el edificio colapsado se mueve un solo centímetro, alertan sobre los desplazamientos constantemente sin importar que llueva o caigan rayos, ellos también son los héroes de esta tragedia. Todos siguen siendo de la sociedad civil, uniformados sí, pero ciudadanos de a pie al final del día.
Los turnos son los que ellos y sus fuerzas se permiten, en esta primera semana de “normalidad” han realizado su vida lo más cotidiano posible, por las mañanas van a trabajar en sus respectivos centros laborales, que se van turnando para pedir permiso en los mismos para faltar y no dejar sin personal en el centro de operación frente al número 286. En su mayoría son profesionistas, que desde hace más de 15 años se encuentran involucrados con este mundo del rescate. Un cerrajero que quedó atrapado entre los escombros del cuarto piso tuvo el valor de tomarse una selfie y vivir para contarlo gracias a estos rescatistas.
Y así fue que la madrugada del miércoles 27 de septiembre, tras un copioso torrente de agua que cayó a las nueve de la noche del martes y desató olores extraños, los grupos de rescatistas a partir de milimétricos movimientos en medio del mar de objetos de oficina desde las entrañas del colapso, después de cortar varilla por varilla para que las pesadas máquinas que aguardan en el portón del edificio 286 pudieran cargar fragmentos de las pesadas losas, sacaron de los escombros otros tres cuerpos sin vida del inmueble de la colonia Hipódromo. Tal vez ese sea el milagro que los rescatistas hacen posible, aunque sean escépticos, la certidumbre llega cuando se recupera la paz para los amigos y familiares de las víctimas.
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