Sin servilleteros ni cartas, así “reviven” los restaurantes

14 de Noviembre de 2024

Sin servilleteros ni cartas, así “reviven” los restaurantes

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Foto: Cuartoscuro

Con menos meseros de lo habitual y con clientes
cautelosos, los negocios abrieron sus puertas después
de tres meses de confinamiento a causa de la pandemia

En Circuito Interior, esquina con Guillermo Prieto, tres meseros invitan a la gente a probar “la mejor birria de México”, luego de 100 días de reducir al mínimo sus operaciones.

Desde el 22 de marzo cerraron sus puertas para dedicarse a ofrecer comida sólo para llevar. Hoy abrieron a las 10:00 horas y el lugar luce repleto, aunque la escena dista mucho de los mejores días, cuando en el mismo espacio, coexistían un conjunto norteño, el mariachi y los payasos que venden figuras de globos al público infantil.

Las disposiciones para la apertura de restaurantes y cafeterías prohíben la música. “Se trata de que no haya mucho ruido para evitar que la gente se amontone, pero no dicen nada de mariachis. Todos tenemos que trabajar”, dice Alejandro Mendoza, El León, capitán de meseros en la cantina legendaria con 86 años de actividades.

El León es el encargado de recibir a los comensales y de presentar las nuevas reglas de convivencia, si es que quieren permanecer en el lugar. Es él quien toma la temperatura a cada persona y también quien pide con amabilidad que se limpien los zapatos en el tapete con sanitizante antes de entrar.

Hace tres meses ni siquiera se podía hablar en el lugar. Tenías que levantarte y mover las manos como un náufrago para hacerte ver y oír por el personal. Hoy la atención es minuciosa, y los 15 trabajadores que se dieron cita, de una plantilla laboral de más de 50, se desviven por los clientes.

No hay saleros, ni servilleteros. Las cartas fueron sustituidas por tableros en la pared. Tres días antes de abrir, León y tres compañeros retiraron mesas y sillas para despejar la planta baja. Los muebles fueron llevados a la bodega donde permanecerán todo el año, dice El León, “porque esto no va a cambiar en el futuro inmediato”.

En La Casa de los Azulejos, en Madero, las meseras añadieron la careta y el cubrebocas a la falda, el huipil, la blusa y la cofia almidonadas que componen su uniforme tradicional. Aquí no hay tableros en las paredes del edificio del siglo XVI, sino un menú que se tiene que descargar en formato QR para ordenar.

La entrada es por la calle 5 de Mayo y hay que sortear una ruta acordonada que bordea libros y exhibidores. En la cadena restaurantera más importante de América Latina sólo está permitido hacer parada en el restaurante, la farmacia y la panadería, previa toma de temperatura, desinfección de manos y limpieza de zapatos.

No permiten el ingreso al bar, pero si se desea, el bar va al cliente. Así que los comensales acompañan las enchiladas suizas con cerveza clara. No hay servicio en las mesas, ni tampoco mantelería; en su lugar, cada cinco minutos pasa el personal para preguntar si está todo en orden y ofrecer toallas de papel.

En 5 de Mayo la gente hace fila para entrar. Una mesera da la bienvenida y distribuye gel antibacterial. Sonríe a cada uno antes de dar el disparo. El gesto se adivina tras el cubrebocas por la mueca en los ojos: “bienvenidos”, dice.

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