Si la política fuese medicina...
En la emergencia de Covid-19, los sistemas de salud de muchos países están rebasados; para prevenir que vuelva a ocurrir hay que entender que la salud no es tanto un tema de patógenos e infecciones como de condiciones de vida y esquemas sociales
A mediados del siglo XIX, el canciller Otto von Bismark le solicitó al doctor Rudolph Virchow que le hiciera un plan para evitar las epidemias que afectaban a Alemania. Cuando Virchow hizo su entrega, Bismark le reclamó que aquello no era un documento de medicina sino de política. “La medicina no es más que la política vista con otros ojos”, se dice que le respondió.
Decir que el médico, biólogo, antropólogo y político Rudolph Ludwig Carl Virchow “es considerado el padre de la patología contemporánea” es, de algún modo, subestimar sus aportaciones.
Es cierto que sus estudios sobre células fueron un elemento clave para que la medicina hiciera a un lado la idea de que las enfermedades eran producto del desbalance de los humores del cuerpo. Sin embargo, Virchow hizo muchas más contribuciones en medicina y en ciencias sociales. Las más relevantes que se pueden resumir con esta cita:
La medicina es una ciencia social y la política no es más que medicina a gran escala. La medicina como ciencia social, como ciencia de los seres humanos, tiene la obligación de señalar los problemas e intentar su solución teórica; el político, el antropólogo práctico, debe encontrar los medios para su solución real”.
Se refería, por supuesto, a la salud pública y no tanto a la biomedicina ni a la medicina clínica. De hecho, Virchow estaba convencido de que la desigualdad social era una de las causas fundamentales de la mala salud y, por ejemplo, organizó campañas para limpiar Berlín y así promover la salud de su población.
Muchas de las ideas de Virchow, explica J.S. Makenbach en The BMJ, “están desactualizadas” y otras muchas eran erróneas, como su creencia en las miasmas o su oposición a la teoría de la evolución de Darwin, pero “debido a su profundo conocimiento de los problemas de la sociedad, los médicos, según él, también eran mejores estadistas” y, agrega, “esto se aplica particularmente a la noción de que poblaciones enteras pueden enfermarse y que puede ser necesaria una acción política para curarlas”.
Para el profesor emérito de la Universidad de York, Jaime Llambias Wolff, quien participó recientemente en el coloquio El sistema de salud, la salud del sistema, organizado por el 17 Instituto de Estudios Críticos, con la pandemia de Covid-19 algunas de las ideas Virchow recobran importancia, sobre todo en Latinoamérica.
Retorno al futuro
Ante el coronavirus, en “América Latina tenemos una triple dificultad —dice Llambias Wolff— aún sufrimos lo que se llama las enfermedades de la pobreza, que están ligadas a las condiciones de vida de la gente”, afecciones personales que “tienen que ver con el entorno que es poco saludable, contaminado y sin servicios como el agua potable”. Cosa que no tienen por ejemplo en Europa.
Además, tenemos problemas de países ricos, como “el envejecimiento de la población, una mayor esperanza de vida y una mayor exposición a la modernidad, alimentos envasados, industrializados, productos químicos, esto hace que las enfermedades crónicas en América Latina también estén muy presentes, a diferencia de África, donde tienen las de la pobreza, pero no las crónicas”, explica.
El tercer factor es que “no tenemos la capacidad de responder, especialmente en los sectores públicos, a estos nuevos desafíos”. Ante este problema “No es muy original lo que planteo. Es casi un retorno al futuro”, dice.
En el siglo XIX se hablaba mucho de los médicos filósofos, había una concepción más holística de la salud. A comienzos del siglo XX se desarrolló con bastante énfasis en algunos países de América Latina, en particular en México, Brasil y Chile, un fuerte aumento de la medicina social y de la salud pública.
Comenta que su natal Chile, por ejemplo, “fue el segundo país del mundo que tuvo servicio nacional de salud después de los ingleses”, pero explica que “la voluntad de priorizar la medicina social como la práctica médica y la salud pública como política de estado, donde la salud pasa a ser un derecho, se fue desvirtuando”.
Para este científico social, el avance y la especialización de las ciencias biomédicas, además de sus bondades, nos han conducido “a una visión muy mecanicista de la salud”, una “visión errónea” pues “creemos que la salud es solamente la ausencia de enfermedad. Incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo ha manifestado así, pero la salud es mucho más que eso”, tiene que ver con “nuestra propia calidad de vida para prevenir las enfermedades”.
Esa visión errónea ha hecho que, en general, nos preocupemos por nuestra salud solamente cuando estamos enfermos, “y entonces recurrimos al hospital, al médico y a la farmacia. Pero no nos preocupamos de la educación sanitaria, por la prevención”. Como sociedad, “no nos preocupamos de entender que invertir en salud no es lo mismo que gastar en salud. Se habla del ‘gasto sanitario’, pero en realidad es una enorme inversión porque evita muchos gastos”.
Nadie puede negar que una vacuna es buena ni decir que una intervención quirúrgica es algo malo. El problema es que allí van todos los recursos”, dice.
Para Llambias Wolff, la salud debiera estar interiorizada en las escuelas, desde el primero de primaria en adelante, se debería “invertir en calidad de vida en eliminar la comida chatarra, combatir la obesidad, promover el ejercicio, todos esos factores contribuyen a evitar que caigamos enfermos”.
Lo que estoy proponiendo no pertenece al ministerio de salud, sino a muchos otros ministerios… debería enseñarse en las municipalidades, a los gobiernos locales” de manera se generen políticas públicas en pro de la salud, y pone ejemplos como que las áreas verdes deberían estar consideradas en los proyectos inmobiliarios o que, igual que se pavimentan las calles, se deberían “privilegiar las ciclovías y tener estacionamientos de bicicletas”.
Esto es sólo una parte. El científico social parte de un ejemplo sencillo sobre cómo el costo que va desde cortar un árbol hasta la fabricación de un mueble es algo que se refleja en el PIB de una nación; “pero si no cortamos el árbol estamos protegiendo la generación de oxígeno”, la biodiversidad, el agua y por tanto la agricultura”, explica.
Es decir, si no cortamos los árboles, o si los cortamos en forma ordenada y replantamos, estamos haciendo vida, pero nada de eso entra en el PIB. Es decir, hay una concepción errada del desarrollo económico o el desarrollo en general”.
Llambias Wolff considera que “quizá esta crisis global, tan grave, genere la oportunidad para entender la interrelación de todas estas cosas y el rol más humilde que debemos tener frente a la naturaleza”. Pero quizá, no…
Las naciones contra el mundo
Con 37 mil 633 casos acumulados de covid-19 mil 376 muertos a causa de esta enfermedad contados hasta inicios de esta semana, y sin tomar medidas de confinamiento prácticamente hasta principios de noviembre pasado, Uruguay ha sido ejemplo en Latinoamérica de cómo manejar bien la pandemia. Cerraron fronteras, hicieron muchas pruebas (incluso desarrollaron unas propias), seguimiento, cuarentenas de infectados y sus contactos.
Para ello fue crucial la creación del Grupo Asesor Científico Honorario compuesto por unas 50 personas, entre ellas científicos de especialidades en medicina, ciencia de datos y matemáticas, explica Rafael Mandressi, filósofo, historiador y escritor de origen uruguayo, investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica en Francia, miembro del Centro Alexandre-Koyré de historia de la ciencia y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales y que también participó en el coloquio El sistema de salud, la salud del sistema.
Como experto en la historia de la medicina, Mandressi es más bien pesimista. “No avizoro cambios sustanciales a raíz de esta pandemia en los años por venir”, dice.
Si bien es cierto que el último año ha puesto de manifiesto una serie de debilidades de los sistemas sanitarios, por ejemplo, y a puesto de manifiesto el carácter crítico que llegan a tener las cuestiones ambientales. No percibo que vaya a dar lugar a transformaciones de gran porte”, dice aunque considera probable que “en algunos países haya algunas reformas en los sistemas sanitarios.
Y añade: “La dificultad en este asunto estriba en que el fenómeno pandémico y los problemas ambientales son globales, las respuestas que conduzcan a transformaciones realmente significativas
también tendrían que ser globales. Y la impresión que tengo es que no sólo no se ha avanzado en esa dirección, sino que en muchos casos se ha vuelto a una suerte de visión muy nacional de los temas, la cual dificulta la coordinación internacional para poder enfrentar a esa escala temas que presentan esa escala. Ojalá me equivoque”.
Epílogo: a Gran Escala
Rudolph Virchow fue el creador, entre muchos otros términos, de la palabra “zoonosis” para denominar a las infecciones que pasan de animales a humanos, tal como lo han hecho
el SIDA, el ébola, el virus del Nilo Occidental, la influenza aviar y ahora el coronavirus SARS-CoV-2.
Lo curioso, es que Virchow no creía en la teoría de los gérmenes que Louis Pasteur estaba desarrollando en Francia, sino que pensaba que las infecciones eran degradaciones y desequilibrios de las células (ahora sabemos que ambos tenían razón en sus teorías sobre las causas de la enfermedad).
Pero había estudiado parásitos como el gusano Trichinella spiralis, cuyo ciclo de vida ocurre en los cerdos, pero puede pasar a los humanos con graves consecuencias. En una anécdota, posiblemente apócrifa, Virchow se opuso al excesivo presupuesto militar de Bismarck, por lo que, furioso, el Canciller de Hierro lo desafió a duelo. Virchow seleccionó como armas dos salchichas de cerdo: una cocida para él y una cruda y con Trichinella, para Bismarck, quien se retiró del duelo.Esta historia ilustra una de las ideas acuñadas por Virchow y que más vigencia han recuperado en la actualidad: la medicina y la veterinaria están estrechamente relacionadas.
Ahora sabemos, y estamos padeciendo el ejemplo, que también lo están la ecología y la economía. Encontrar las “medicinas” y remedios para las grandes enfermedades sistémicas no será fácil, pero ayudará si entendemos que, parafraseando a Virchow, la política debiera ser medicina a gran escala.