Los estereotipos sexistas se han infiltrado hasta en los museos de historia natural: los machos de aves y mamíferos están sobrerrepresentados en sus colecciones, lo cual puede sesgar las investigaciones llevadas a cabo a partir de estos especímenes, revela un estudio.
Un equipo de investigadores ha analizado casi 2,5 millones de especímenes de aves y de mamíferos recolectados por cinco museos importantes (Londres, París, Nueva York, Washington y Chicago) desde el siglo XVIII, principalmente a través de la caza y la captura mediante trampas.
¿A qué se debe esta iniciativa inédita? “Nos interesaban los prejuicios de género en la comunidad científica, donde hay, por ejemplo, una sobrerrepresentación de investigadores varones blancos en puestos de alto rango. También nos parecía interesante ver si este sesgo masculino se reflejaba en las colecciones del museo”, explica a la AFP Natalie Cooper, investigadora del Museo de Historia Natural de Londres y autora principal del estudio publicado en Proceedings of Royal Society B.
Los autores destacan la importancia de contar con una cartografía a gran escala, con estadísticas de sexo, sobre todo porque “el número de estudios que utilizan estos especímenes (prestados por museos para la investigación) continúa aumentando”.
De la gran muestra analizada, cuando se identifica el sexo, el 40% de las aves y el 48% de los mamíferos, en promedio, son hembras. Este porcentaje varía según las clasificaciones, y es particularmente bajo en muchos casos, como paseriformes (9,7% hembras), el papamoscas cerrojillo (11,5%), los murciélagos (9,9%) , los ovinos (24%) o las comadrejas (24%).
Citan otro ejemplo: menos del 40% de los artiodáctilos (familia de ungulados) son hembras, mientras que en las poblaciones silvestres, son la mayoría.
Caza orientada al macho
Estas desproporciones parecen debidas a una selección intencionada en el momento de la caza, porque están dirigidas a especies donde los machos son un blanco más visible: más impresionantes en tamaño (ungulados), más coloridos (el ave del paraíso), o con rasgos prominentes (astas de ciervo)...
Pero la selección también puede ser “accidental” si los animales se capturan mediante trampas, dependiendo del comportamiento de los machos, o si es difícil distinguir entre los dos sexos, o simplemente cuando la población masculina es más grande, añade el estudio.
Entre las aves, los machos caen más en las redes porque salen, “atraídos por los gritos de otros machos, para atacarlos y marcar su territorio, mientras que las hembras no responden a estas llamadas”, explica Natalie Cooper.
“Durante mucho tiempo”, dice la bióloga, “se pensó que las hembras no chillaban, pero hoy en día hay cada vez más pruebas de que ellas también emiten chillidos, y quizá también siguiendo una lógica territorial. Esto podría ayudar a atrapar más ejemplares”.
La desigualdad en las colecciones podría afectar a varias disciplinas, como la taxonomía (clasificación de especies), donde el sexo subrepresentado es más difícil de distinguir, la genómica, donde los genes varían en función del sexo, la parasitología, donde los machos son generalmente menos resistentes a las infecciones, etc.
“Ignorando a las hembras, no tenemos una imagen completa de los seres vivos, pese a que esto es esencial para predecir, entre otras cosas, cómo el tamaño del cuerpo podría responder al cambio climático”, recalca Natalie Cooper.
“Mire cómo se considera a las hembras castas, sometidas a los machos, sin control sobre su apareamiento. Esto refleja estereotipos de género en los humanos del siglo XIX, no la realidad en la naturaleza”, argumenta.
En el siglo XIX, los encargados de los museos eran “esencialmente hombres”. Y aunque la sociología ha cambiado desde entonces, “esto no se ha reflejado en las colecciones”, lamenta.
Los autores del estudio concluyen que los profesionales de los museos deben “tomar conciencia” de estos estereotipos y, en el futuro, tener un enfoque más equilibrado, tanto para mejorar la fiabilidad de las investigaciones como para el conocimiento de la biodiversidad.