En sólo un mes, la pequeña familia de Rebeca se desmoronó. La fiebre y el dolor de cabeza fueron los primeros síntomas de Alfredo, su padre; un hombre fuerte que era carpintero, y quien pensó que se trataba de un resfriado común que pasaría con los días. Desafortunadamente los malestares no cedieron, por el contrario, se agudizaron al grado que tuvo que ser hospitalizado la tarde del 27 de abril. No podía respirar.
Llegó al Hospital Juárez de México; pocas horas después, Alfredo tuvo que ser intubado. La saturación de oxigeno era muy baja y sus pulmones comenzaron a colapsar, su condición como hipertenso complicaba más la situación. El diagnóstico, aunque no tenían todavía una prueba que lo confirmara, era de enfermedad respiratoria aguda grave causada por el nuevo coronavirus.
La última vez que Rebeca vio a su padre fue cuando un enfermero lo puso en una silla de ruedas para trasladarlo hasta la puerta de emergencias del hospital, una zona que atendía únicamente pacientes de Covid-19, y en la que el paso de ambulancias era inusual, incluso para un servicio de ese tipo.
›Horas después, Rebeca estaba de nuevo frente a la puerta de emergencias. Esta vez con Margarita, su madre, no había presentado síntomas previos, pero ahora tenía dolor en el pecho, y una sensación de ahogarse incluso al intentar hablar. La mujer de cabello canoso, ojos verdes y sonrisa pequeña no fue intubada de inmediato, pero su hija tuvo que conseguir una larga lista de material médico que hacía falta en el hospital.
Tres días después, Margarita falleció sin poder ser intubada debido a la rapidez con la que empeoró y a las condiciones de su caso. La trabajadora social sólo le preguntó a Rebeca si tenía algún plan funerario, y de no ser así, podría llegar a un buen acuerdo con alguna de las agencias que estaban frente al hospital.
Con sólo un par de papeles firmados, y sin tiempo para sentir la ausencia debido a la condición de su padre, Rebeca recibió una urna con las cenizas de Margarita el 8 de mayo. Diez días después, tendría en sus manos las de su padre.
Así la muerte se instaló en México. Hoy son más de 50 mil personas las que han fallecido por Covid-19, y el virus se sigue extendiendo en el país. La historia de Rebeca se repite en estos miles de hogares en México, que ocupa el tercer lugar a nivel mundial en decesos acumulados a causa del nuevo coronavirus, sólo detrás de Brasil y Estados Unidos.
La letalidad en el país es aún la más alta del continente con 10.9%, y mantiene la onceava posición global al considerar las muertes por cada millón de habitantes.
El subsecretario de salud, Hugo López-Gatell, dijo a principios de la pandemia, que estimaba un total de 6 mil defunciones en México a causa del nuevo coronavirus; luego subió esta cifra hasta 45 mil, y poco después que podrían ser hasta 60 mil para octubre. Hoy, a más de 55 días de distancia para llegar a esa fecha, el país suma ya 50,517 decesos por Covid-19.
La velocidad con la que han aumentado las muertes es vertiginosa. Las 10 mil víctimas se alcanzaron el 1 de junio, 74 días desde la primera defunción por Covid-19 en México. Otros 10 mil fallecimientos se sumaron en 18 días; pero tomó sólo otra quincena alcanzar el registro de 30 mil.
El 21 de julio se sumaron más de 40 mil muertes en el país; desde entonces han transcurrido sólo 16 días.
En promedio, en México suceden 619 muertes por Covid-19 al día, y esto nos coloca en el cuarto registro mas alto a nivel mundial.
Valoración. A principios de la pandemia, la Secretaría de salud estimaba un total de seis mil defunciones en México a causa de la Covid-19.
Perder a dos
Natalia tuvo que despedir a sus hijos, Anahí y Eduardo, en menos de 15 días. Ninguno superaba los 45 años, y fallecieron por complicaciones de Covid-19.
“El primer día del mes enterré a mi hija, y hoy a mi hijo por esa pinche enfermedad”, respondió cuando le preguntaron sobre el moño negro en su perfil de Facebook.
La primera en enfermar fue Anahí de 38 años, que en menos de tres días paso de tener síntomas leves, a una condición grave. Eduardo, se había quedado sin trabajo por la pandemia, y cuidó de ella hasta que el 1 de mayo, la mujer no despertó. Natalia piensa que se fue tranquila, su semblante no reflejaba angustia, ni dolor. Murió dormida.
Exactamente 12 días después, Eduardo falleció a los 41 años. Durante las complicaciones de Anahí, él presentó un cuadro similar: tos incontrolable, diarrea, temperatura y complicaciones para respirar.
“Mi corazón se dividió en dos cuando nació mi niña (Anahí). Pero ahora, mi vida, mi alma, y mi corazón se me han roto con la partida de los dos. Los amo, hijos”, lamentó Natalia, que ahora está a cargo de sus nietos, los hijos de Eduardo. Valoración. A principios de la pandemia, la Secretaría de salud estimaba un total de seis mil defunciones en México a causa de la Covid-19.