Los golpes secos de su padre fueron la primera forma de violencia que dejó alguna huella sobre el cuerpo de Aline, quien tuvo que ocultar por varios años los moretones, rasguños y marcas que, según su familia, le “enseñarían a dejar sus joterías para convertirse en un hombre de verdad”.
“Con cada golpe en mi casa, me comencé a odiar más. Intenté negar que yo era diferente, que mis gustos eran los de un chavo “normal”, pero eso solo me deprimía más y más hasta que tuve que huir por miedo, era una situación extrema en la que contemplé el suicidio como escapatoria. Llegó al punto de pensar que Aline vivía o Jorge se moría”; así narra su adolescencia esta mujer trans, activista y sobreviviente de un intento de feminicidio.
Pero salir de su casa no fue ningún alivio para Aline, la discriminación por ser una mujer trans le marginó de cualquier oportunidad laboral, por lo que tuvo que ejercer la prostitución para poder mantenerse; allí los golpes tampoco cesaron, ya fuera por algunos de sus clientes o por los proxenetas que las “cuidaban” al trabajar.
La violencia se convirtió en parte de su vida, como también lo fue despedir a compañeras asesinadas por las que nadie protestaba o alzaba la voz; “bien pronto me di cuenta que tenía que salir, que debía encontrar algo diferente o me iba a morir” y agrega “con eso también vino de nuevo el odio que sentía hacía mi, por tonta y por no aceptar ser un chavo más, sin problemas”.
Sus temores se hicieron realidad cuando uno de sus cuidadores intentó asfixiarla y quemarla por supuestos celos, “sobreviví porque una de mis amigas entró a tiempo, pero las cicatrices en los brazos son un recordatorio constante de lo cerca que estuve de ser un número más”, algo posible en México, el segundo país con el mayor número de transfeminicidos en todo el mundo.
Durante su recuperación, Aline conoció a otras víctimas de intento de feminicidio con las que fundó Resistrenxcia Activa, una colectiva que busca ayudar a mujeres trans en situaciones vulnerables a través de refugios, asistencia médica y capacitaciones para otros empleos que según la activista “cierren el ciclo de violencia y discriminación para nuestro grupo”.
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