El Senado de Estados Unidos debe confirmar este lunes la nominación a la Corte Suprema de una jueza elegida por Donald Trump, quien podrá así alardear, a ocho días de las elecciones presidenciales, de haber consolidado la mayoría conservadora en el máximo tribunal por tiempo considerable.
Detrás de su rival Joe Biden en los sondeos, el mandatario republicano había designado a la magistrada Amy Coney Barrett, una ferviente católica conservadora de 48 años, para suceder al ícono progresista y feminista Ruth Bader Ginsburg tras su muerte.
Trump cuenta con la confirmación de Barrett para satisfacer a su base electoral. Será el tercer juez conservador que eleva al templo del derecho estadounidense durante su mandato.
Los demócratas denuncian la voluntad del presidente de llevar adelante una nominación tan fundamental -los jueces son nombrados de por vida-, tan cerca de la votación del 3 de noviembre, pero disponen de pocas herramientas para frenarla.
Los republicanos tienen mayoría en el Senado, al menos hasta los comicios de noviembre, donde además del presidente, los estadounidenses renovarán también parte del Congreso.
En una inusual sesión de fin de semana, los senadores barrieron, con 51 votos contra 48, un último obstáculo en el procedimiento para limitar la duración de los debates.
Ello abre la vía a un voto solemne en el plenario el lunes para la candidatura de Amy Coney Barrett, ya aprobada en la comisión encargada. La mayoría simple de 51 votos, en manos republicanas, será suficientes.
“Mañana en la noche, tendremos una nueva miembro de la Corte Suprema de Estados Unidos”, dijo el domingo tras la sesión el líder de la mayoría republicana, Mitch McConnell, acabando con los llamados de los demócratas de esperar los resultados de la elección general.
Seis contra tres
Los republicanos “supervisan el proceso más partidista, más hipócrita, menos legítimo en la historia de las nominaciones a la Corte Suprema”, le había dicho su alter ego demócrata Chuck Schumer, recordando que el mismo McConnell se había negado en 2016 a permitir las audiencias de un juez nombrado por el presidente de entonces, Barack Obama, con el pretexto de que las elecciones estaban muy cerca.
El campo oficialista se aglutinó detrás de la elegida por Trump. Aunque dos senadoras republicanas manifestaron su oposición a la velocidad con que se lleva el proceso de nominación de Barrett, una de ellas, Lisa Murkowski, anticipó el fin de semana que eso no impediría votar en favor de la magistrada.
“Perdí la batalla de procedimientos”, pero “no tengo nada en contra de ella como persona”, dijo.
El ascenso de la jueza Barrett modificará considerablemente el equilibrio del alto tribunal, con una mayoría conservadora de seis magistrados contra tres más progresistas.
Esta madre de siete niños opuesta al aborto podrá, salvo un imprevisto, participar de su primera audiencia desde el 2 de noviembre, la víspera de la elección presidencial.
Por lo tanto teóricamente podría tener que pronunciarse si la corte llegara a evaluar eventuales recursos contra los resultados del escrutinio en unos comicios que definen el futuro político del mandatario que la designó en el puesto.
La Corte Suprema decide en Estados Unidos sobre los temas más espinosos de la sociedad, del aborto al porte de armas, pasando por los derechos de las minorías sexuales.
Los demócratas advirtieron que Barrett terminaría votando para desarticular el Obamacare, que ha ayudado a millones de estadounidenses a obtener un seguro médico, y tal vez ayudaría a anular la ley del caso Roe contra Wade, que representa la histórica decisión aprobada en 1973 para protege el derecho al aborto.
La Corte Suprema debe de hecho examinar el 10 de noviembre un recurso contra esa ley emblemática del expresidente demócrata, sobre la cual la jueza expresó sus reservas en el pasado.
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