JUCHITÁN, Oax.- Un pueblo frente al mar tiene un problema mayor que el terremoto de hace tres semanas. Santa María del Mar vive un cerco comercial y de movilidad por el bloqueo del único acceso terrestre, de su vecino San Mateo del Mar; por un conflicto agrario del que el trasfondo es la industria eólica en Oaxaca. Para llegar a Santa María del Mar se debe viajar una hora y quince minutos por carretera, gran parte de terracería, y luego de 15 a 20 minutos en lancha para llegar hasta la costa donde las olas de la Laguna Inferior arrastran un agua viscosa por tanto limo.
A la vista está un “puerto” improvisado de carga y descarga. Las lanchas ordenadas y alejadas del agua salada, las marcas de llantas y las pisadas de botas y sandalias, además de una camioneta de redilas, en donde sedaban a tres reses para poder amarrarlas y acomodarlas dentro de una lancha. Inconscientes, los animales fueron acomodados en un área de metro y medio por tres dentro de la lancha. “Vea, mire como es el comercio en Santa María”, dijo un estibador mientras una vaca bufaba. Este pueblo no llega a los mil habitantes, según el INEGI son 862 en total de los cuales 442 son hombres y 444 mujeres. Casi todos dedicados a la pesca. La laguna de agua salada es criadero de camarón, lisa, robalo y pez mapache.
Pleito de hermanos
Los cuatro pueblos que crecen frente a la Laguna Superior e Inferior en el istmo no son zapotecas, son huaves o ikoots. La leyenda cuenta que estos pueblos vinieron emigrando desde hace más de 500 años del Perú. La fisionomía de la gente del mar es distinta a los istmeños. Son de nariz pronunciada y aguileña, de ojos pequeños y quijadas pronunciadas.
Nosotros, San Francisco, San Mateo, San Dionisio y Santa María somos pueblos hermanos, hermanos de raza y de sangre”, dice una anciana sentada frente a la biblioteca Benito Juárez del pueblo.
El conflicto entre Santa María del Mar y San Mateo del Mar inició en 2009 cuando la empresa Mareña Renovables presentó un proyecto eólico para la comunidad. Sin embargo, los habitantes de San Mateo argumentaron que las mil 337 hectáreas donde se instalarían dichos aerogeneradores pertenecían a su municipio, iniciando así un conflicto agrario y un bloqueo comercial para Santa María, con quien compartían una franja de tierra. Para la economía, la llegada de una empresa eólica a un municipio representa pagos de impuestos por derechos de explotación del uso del suelo y pagos de licencia de construcción. Tan sólo en 2017, Juchitán recibió 65 millones de pesos por el pago de estos conceptos. Aunque los municipios están condicionados a invertir este dinero en obra social. En 2014, el ex alcalde juchiteco Saúl Vicente intentó que en las empresas eólicas pagaran año con año dichos cargos como un refrendo de pago. Las compañías se ampararon y dejaron de pagar impuestos federales y locales hasta solucionar la situación. Para 2016 los municipios de Juchitán, Espinal, Santo Domingo Ingenio, Ixtaltepec y Unión Hidalgo, que comparten la región de “La Ventosa”, acataron un “memorándum de entendiemiento” y fue creado el impuesto “Derechos de inspección de Protección Civil”. San Mateo, al ser municipio libre, comenzaría a recibir dichos beneficios hacendarios. Las compañías Mitsubishi y Energía de Francia tienen contemplada una inversión de 3 mil millones de dólares para la región, aunque el conflicto agrario en Santa María del Mar detiene en gran medida esa inversión.
Nuestra tierra corresponde a tres mil 337 hectáreas. Nosotros conservamos el titulo primordial que es de la época de la colonia, de los años 1800. En 1984 el presidente De la Madrid nos dio el reconocimiento y los tribunales nos dieron el triunfo en el pleito, pero no quieren desalojar”, dice Francisco Arturo Bartolo, expresidente de la cooperativa de pescadores mareños.
Los habitantes de San Mateo del Mar entonces comenzaron a romper cercos e invadir terrenos, robaron ganado y desalojaron ranchos completos para apropiarse de los predios. La población de ese municipio es diez veces mayor a la de Santa María, “y hemos tratado de llevar la fiesta por la vía legal, pero no nos entienden”. Para legitimar su protesta, el pleito agrario mutó a un conflicto contra las empresas eólicas que llegan a Oaxaca. El problema legal escaló y llegó al punto en que la carretera para ir de un municipio a otro está bloqueada. En los primeros días tras el sismo los médicos del IMSS intentaron llegar a Santa María vía terrestre pero un grupo de gente que les preguntó “¿A dónde van?” también les advirtió.
Si ustedes van allá (Santa María del Mar) no nos haremos responsables por sus vidas. Los vamos a matar”, les sentenciaron.
Nadie ha podido solucionar el problema. Y aunque el municipio cuenta con infraestructura de energía eléctrica y agua potable, todo está bloqueado por el otro pueblo.
Nos vinieron a dejar una planta de energía que funciona con gasolina. Pero no alcanza para todas las casas, funciona dos horas y media y se truena”, dice Jonás, un pescador y pequeño ganadero de la zona, mientras señala a la planta eléctrica llena de óxido y sarro cubierta por una lona verde.
Ni los gobiernos de Gabino Cué o de Alejandro Murat no han podido o sabido dar solución al conflicto entre ambas comarcas.
Matarlos lentamente
Este pueblo vende todo más caro. Los productos básicos suben de precio entre el 35% o 50% de su precio real. Para llegar se tiene que pagar además del transporte terrestre, el traslado por lancha. El pollo cuesta 65 pesos el kilo, y 80 el de carne de res, de no muy buena calidad. El de tomate o cebolla alcanza los 30 pesos. Dentro de los refrigeradores se ofrece el paquete de seis cervezas de lata a cien pesos y una “caguama” de litro a 40. Un refresco de cola de tres litros cuesta también 40 pesos. Independiente a los precios que marca la Comisión Reguladora de Energía, la gasolina en Santa María cuesta 19 pesos el litro. No hay más. Los pescadores y autoridades agrarias acumulan por igual bidones llenos de combustible para que no haga falta en las actividades diarias.
Si tú quieres traer un carro tienes que unir dos lanchas, ponerle dentro unos tablones de madera y amarrar los ejes con mucha fuerza. Y arriba de las lanchas los pasas”, dice Juan, un pescador.
El ingenio para transportar mercancía nace con la necesidad de consumir, aunque para labores de salud es tema aparte. En Santa María las mujeres embarazadas tienen que irse del pueblo un mes antes para poder recibir atención. Las parturientas deben contemplar gastos de hospedaje, comida, más la hospitalización en la ciudad. El centro de salud atiende sólo enfermedades inmediatas como cólicos, gripes, enfermedades estomacales, pero si es algo grave hay que correr hacia el agua salada. [gallery ids="797641,797643,797644,797645,797646"] Como parte de las caravanas de salud de la Secretaria de Salud federal, médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social tuvieron la encomienda de llegar hasta el pueblo bloqueado. Pero ya en al entronque entre San Mateo y Santa María los detuvieron. Un grupo de hombres con palos y machetes se acercaron a la cabina del chofer. - ¿A dónde van? - Vamos a Santa María, con las jornadas de salud. - No pueden pasar… - Pero tenemos que ir… - Bueno, pasen pero no nos hacemos responsables de sus vidas. Los vamos a matar. La camioneta del IMSS tuvo que virar y regresar por donde llegó. Ante la contingencia, los enfermos, heridos y embarazdas han sido trasladados por helicóptero oficial. Las únicas fuentes de ingreso en Santa María son la cría de ganado y la pesca. Los productos del mar se venden baratos en la zona y muy pronto son adquiridos por otros comerciantes para revenderlos a mayor costo en Juchitán o municipios más grandes que este. Las familias de Santa María autoconsumen camarón y pescado, que son baratos. El camarón cuesta 50 pesos y el pescado entre 35 y 40 pesos y de ahí sale para todos los gastos. La gente en Santa María se siente desprotegida. Pero con todo y el terremoto siguen saliendo a pescar, todas las madrugadas la cooperativa local inicia su jornada. Los pobladores piden un puente que los conecte con la tierra, porque así se sienten excluidos del istmo. Encerrados entre el agua salada y un conflicto social que cumplirá nueve años.
Se les informa que a las 12 del día habrá carne de res fresca para las amas de casa. El kilo estará en 70 pesos en apoyo a las familias”, anuncia una grabación desde una bocina pequeña.
Un problema silencioso
Los derrumbes en el pueblo no son tan escandalosos como en otros lugares. Pero el terremoto del 7 de septiembre rompió las fosas sépticas de varias casas. El agua negra sale por los patios y forma pequeñas lagunas. Son fangosas, huelen a humedad. El agua de lluvia se mezcla con los desechos. Al estar tan cerca de la laguna, también brota el agua salada. Existe el riesgo de cólera. Una muchacha dice “que ya es normal”. El calor y la falta de higiene hacen común esta enfermedad en la región.
Sólo nos falta que nos parta un rayo en el pueblo”, dice la joven que ingresa a un templo evangélico.
Por ahora viven de lo que les manda el gobierno o lo que donan los activistas locales. Los pescadores ayudan y no cobran la carga, pero normalmente cobran entre 370 y 400 pesos por pasar carga al otro lado. [gallery ids="797647,797648,797649,797650,797651,797652,797653,797658"] Cuando bajan los helicópteros los hombres se colocan en fila para acomodar las cajas. El pueblo es tan pequeño que todos se conocen entre sí y saben quiénes ya recibieron y quiénes no. La agencia municipal pone orden y todos se forman para recibir su apoyo. “Pues que nos queda. Esperar y que nos den el apoyo, el primer apoyo en años. El gobierno no ha querido solucionar el problema con San Mateo y poco a poco nos vamos yendo del pueblo, los jóvenes buscan mejores oportunidades. Pero con el bloqueo, todo es caro. Parece pueblo de ricos”, dice María que espera su turno para la despensa del Fonden. Al anochecer, del otro lado de la costa, sólo se ven las luces de Santa María. Aquel titilar se mezcla con las estrellas, mientras en el pueblo solo esperan el inicio de otro día ignorados en su problema gremial.
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