Tren a Busan: terror con carga social

3 de Diciembre de 2024

Tren a Busan: terror con carga social

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SALÓN ROJO | La columna de Alejandro Alemán

Alejandro Alemán La más reciente cinta del director surcoreano, Yeon Shang-ho, es una gran pieza de entretenimiento puro, una poderosa y bien aceitada locomotora que aún dentro de su propio espectáculo y frenesí se da la oportunidad de hacer una crítica social que, sin caer nunca en el sermón, termina siendo el alma de este blockbuster de terror con tintes de cine de desastres.

En la superficie, tenemos un muy efectivo espectáculo de horror de supervivencia que recuerda a los trabajos, ya clásicos, de George A. Romero y Danny Boyle, pero que tampoco niega su influencia máxima: el cine de Steven Spielberg. La trama es sencilla, un padre y su hija van en tren a la ciudad de Busan para encontrarse con la madre de la niña (ex esposa de él) cuando en el camino se desata una infección zombie por todo el país, misma que afecta a los pasajeros del tren.

El director y también guionista no pierde la oportunidad de llevar un cargamento político bien marcado. En medio de este baño de sangre, Yeon Shang-ho enfrentará al héroe de la clase trabajadora (aquel dispuesto a arriesgar la vida por personas que ni conoce) contra el verdadero villano de la cinta: un empresario a bordo, absolutamente egoísta, al que no le importa el destino de los demás mientras él salve el pellejo.

La maravilla es que ambos flujos se mezclan de tal forma que no contradicen la trama ni generan sopor en la audiencia. Yeon Shang-ho cumple con creces en el terreno lúdico haciendo gala de buen cine, con una cámara que no presume malabares técnicos pero que posee un manejo de los espacios francamente impresionante. El guión define perfectamente a sus personajes y no pierde tiempo en minucias como, por ejemplo, explicar a detalle el origen del virus. La acción es vertiginosa pero bien filmada, con un cuidado extremo en los encuadres y el ritmo de la edición. Yeon Shang-ho tiene la pericia de un veterano con las inquietudes de un debutante.

Con un final oscuro pero consecuente, el cineasta deja en claro que hay veces donde la peor bestia, la más letal y vil, no son los zombies, sino los propios seres humanos.