Moonlight: la sofocante masculinidad

17 de Noviembre de 2024

Moonlight: la sofocante masculinidad

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SALÓN ROJO | La columna de Alejandro Alemán

Con una estructura que recuerda a Boyhood (Linklater, 2014), Moonlight narra la historia de un mismo personaje -llamado Chiron- al que vemos crecer a tres tiempos (niñez, adolescencia y etapa adulta) mediante tres actores diferentes aunque con el mismo nivel interpretativo durante todo el filme. Lo que Linklater resolvió a base de paciencia y tiempo (esperar a que su actor creciera), Jenkins lo resuelve con tres formidables actuaciones y cierto parecido físico entre ellos.

Como es de esperarse en este tipo de cintas (que roza peligrosamente en el llamado poverty porn) el guión -escrito por el director mismo- castiga a su personaje con todo tipo de penurias: la violencia de sus compañeros de clase que lo molestan todos los días, la pobreza en la que vive y, para rematar, su mamá (intensísima Naomie Harris) no sólo se desentiende de la maternidad sino que además es una adicta incorregible.

A todo eso súmele un elemento más: la sexualidad del débil Chiron, cuyo entorno le exige una masculinidad férrea, de macho alfa, que contrasta con su fragilidad física y emocional. Este es el conflicto mejor llevado de la película y por el cual se hace una pieza digna de verse. En el mejor de los casos Moonlight explora la masculinidad sofocante en estos círculos donde el puño y los músculos son medio de sobrevivencia esencial y necesaria.

Empero, el filme tiene continuamente lances estilísticos que, aunque sin duda son bellos (los colores saturados, la cámara al hombro, el close-up sostenido) nos sacan del juego narrativo. El contraste entre la cruda realidad y las imágenes oníricas del cinefotógrafo James Laxton terminan siendo contradictorias y contraproducentes.

Moonlight tiene este lastre de ser una película “importante”, “con mensaje”, de esas cintas en las que la corrección política obliga a que sean apreciadas y premiadas. Lo cierto es que Moonlight tambalea en todo momento entre el chantaje sentimental y el preciosismo de su estética. Si en algo vale es por el poder interpretativo de sus actores y el interesante apunte sobre la masculinidad impuesta a golpes sobre la verdadera personalidad de nuestro castigado y sufrido héroe.