Una de las características de la pintura impresionista es su búsqueda por emular el movimiento de la luz usando colores contrastantes y pinceladas gruesas. Por ello, no es extraño escuchar a aquellos que han tenido la oportunidad de estar frente a un cuadro de Vincent van Gogh decir que la pintura “parecía moverse frente a sus ojos”.
Pero ¿qué tal si en efecto, las pinturas de Van Gogh se movieran frente a nosotros? En un acto que denota inmenso amor y un tanto de locura, la pintora Dorota Kobiela y el director Hugh Welchman decidieron hacer posible tal premisa: lograr que la obra del pintor holandés adquiera movimiento en una inusual biopic sobre el artista.
Si el cine industrial se empeña en hacer todos los días un despliegue técnico para cautivar el ojo del espectador, este par de cineastas buscarían lo mismo, pero no mediante costosas computadoras, sino con pinturas, 853 pinturas para ser exactos. Y es que Loving Vincent (Cartas a Van Gogh, titulada en español) es la primera cinta animada completamente al óleo, es decir, cada uno de los fotogramas que integran este filme está compuesto por una obra con esta técnica que emula alguna de 94 obras más importantes de Van Gogh, recreadas por alguno de 125 artistas involucrados en el proyecto (entre ellos la pintora mexicana Mayra Hernández Ríos).
Así, las pinturas van contado una historia donde Armand (Douglas Booth) recibe de su padre (un viejo cartero inmortalizado en algunas de las pinturas del holandés) una carta para ser enviada a Theo, el hermano del recién fallecido artista. Desgraciadamente Theo ha muerto, por lo que Armand visita Auvers, el suburbio donde murió Van Gogh. En el recuento de los hechos que llevaron a su muerte, surge la duda: ¿Van Gogh se suicidó o fue asesinado?
Si bien la trama no es original (ver Lust for Life de 1956 con Kirk Douglas interpretando al pintor) lo que convoca aquí no es el bienvenido tono de thriller de la cinta, sino la experiencia impresionante, abrumadora, espectacular e hipnótica de entrar a un mundo creado a partir del arte de Van Gogh.
¿Que la película no sería nada sin este truco de 125 artistas y 853 cuadros? ¡Por supuesto!, pero en este caso la biopic es el elemento de suspenso que hace que los personajes avancen, un vil pretexto para perderse, literalmente, entre esas noches estrelladas, esos lirios azules, esos campos de trigo y esas terrazas que el artista experimentó en vida e inmortalizó en colores, lienzos y pinceladas. Lo demás, francamente, es lo de menos.