Las Horas Más Oscuras: negociando con leones

15 de Noviembre de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Las Horas Más Oscuras: negociando con leones

alejandro aleman

Quien quiera aprender historia, que se salga del cine y abra un libro. Esa advertencia debería venir al inicio de toda película histórica, pero en el caso de Las Horas Más Oscuras (Darkest Hour por su título original) la sugerencia es aún más relevante. Y es que hay al menos un momento rumbo al final del filme donde, invariablemente, el público se preguntará ¿eso pasó realmente?

Este, el séptimo largometraje del artesano Joe Wright, (Atonement, 2007/Pride & Prejudice, 2008/Anna Karenina, 2012), arranca en mayo de 1940 con la acalorada reunión del Parlamento inglés que derivó en la elección de Winston Churchill como primer ministro de la Gran Bretaña.

Como todos saben, el robusto político, fumador y bebedor empedernido, llega al puesto en el peor momento: Europa ha caído, Francia está próximo a ceder y eso colocaba la dura bota nazi a un paso de invadir Inglaterra. Claudicar no estaba en los planes del Primer Ministro y en su discurso inaugural lo deja claro: “nuestra política es una: la victoria contra el tirano, a toda costa y a pesar de todo”.

En manos de otro director, Darkest Hour sería una película aburridísima, pero Wright demuestra sus dotes de narrador haciendo uso de todo su arsenal: ritmo ágil, cortes abruptos, saltos temporales, close ups, diálogos bien escritos, así como la música de un extraordinario Dario Marianelli. Su habilidad es tal que un simple dictado o una plática en el búnker de guerra se muestran con emoción y grandilocuencia. El artificio del cine usado de manera tan inteligente como brillante.

Evidentemente, el arma secreta (ni tanto) de Wright es la actuación de un Gary Oldman que se transmuta tras el maquillaje y los prostéticos para en menos de un minuto olvidarnos de su faz y entregar un Churchill ambivalente y fascinante, magnético pero indeciso, testarudo pero frágil, siempre vehemente, un genio de la oratoria. Oldman merece, absolutamente, un Oscar como Mejor Actor.

Terriblemente actual, a Wright y su guionista, Anthony McCarten, les interesa que quede claro un mensaje: tanto ayer como hoy, negociar con los nazis sería una terrible estupidez. “Nadie negocia con un león cuando sus fauces rodean tu cabeza”.

Y sí, director y guionista se toman muchas (tal vez demasiadas) libertades históricas. ¿Aquella escena rumbo al final de la cinta en verdad sucedió? Probablemente sí, probablemente no. Al final no importa: el relato resulta tan emotivo, tan poderoso, tan francamente patriotero, que la Historia queda en segundo término. El mensaje es claro: a los tiranos no se les apacigua, se les enfrenta.

@elsalonrojo