Luego del asesinato del entonces secretario general del CEN del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, sucedido en 1994, su hermano, Mario Ruiz Massieu, pronunció un discurso que cerraba con la siguiente frase lapidaria: “Los demonios andan sueltos y han triunfado”.
Tal vez con esa frase en mente es que el director Everardo González titula atinadamente, su más reciente documental La Libertad del Diablo, que no es sino el recuento absolutamente perturbador sobre las consecuencias de la violencia en la famosa “guerra contra el narco”.
El documental de poco más de una hora de duración muestra un conjunto de testimonios, en primer plano sostenido, de víctimas y victimarios en nuestro país. Son madres que buscan a sus hijos, hijos que buscan a sus padres, así como narraciones de gente herida y torturada por el crimen organizado. La nota que distingue este trabajo es que la cámara de Everardo también voltea al otro lado, mostrando las historias increíbles —por espeluznantes— de sicarios, policías, exmilitares y demás perpetradores de violencia.
La sala de cine, en shock, se torna en un silencio sepulcral ante los relatos de horror e impunidad que salen de la pantalla. Con dolor hasta las lágrimas, las víctimas de esta guerra relatan cómo sus hijos les fueron arrebatados, sus familias secuestradas y su tranquilidad masacrada. A la vez, los sicarios narran con lujo de detalle cómo es que matan sin remordimiento, “siguiendo órdenes”, cual si se tratara de trofeos o misiones en un juego de guerra.
La identidad de todos los que aparecen a cuadro es protegida por una máscara que les cubre el rostro, provocando que el relato sea aún más lúgubre. Al respecto, el crítico de cine Jorge Ayala Blanco apunta “(el uso) de una mascarita degradante saca de todo contexto social a las criaturas (...), resta incluso los residuos de dignidad y valor humanos que les quedaban”.
¿Pero no será que la máscara, más allá de añadir un efecto estético, sea un elemento unificador? Por que la gran tragedia, como apunta uno de los testimonios, es que al final todos somos de la misma raza, víctimas o victimarios, somos todos seres humanos. La dignidad ya se les había arrebatado y el contexto sólo puede ser uno: un país secuestrado por la violencia y al que sólo le queda escapar del abismo.
La Libertad del Diablo es un documental agotador, pero necesario, una cinta que todo candidato a la Presidencia debería de ver antes de venir a explicarnos cuál será su estrategia para detener, finalmente, a esos demonios que siguen sueltos.
@elsalonrojo