Mucho del cine de Richard Linklater consiste en personajes jóvenes que miran hacia el futuro, ya sea con incertidumbre, desde el estancamiento, pero pensando en lo que viene: los inadaptados de Slacker (1991), los entusiastas de Dazed and Confused (1993), los amorosos de la trilogía Before (1995, 2004, 2013) o el chico de Boyhood (2014).
Pero en su más reciente cinta, Last Flag Flying (El Reencuentro. Basada en una novela homónima del también guionista Darryl Ponicsan), Linklater rompe con esta tendencia, optando por una posibilidad trágica: ¿qué pasa cuando esos jóvenes ven truncada su vida por la infamia de la guerra?
Treinta años después de haber servido en Vietnam, Larry (Steve Carell) va a la búsqueda de dos viejos amigos de batalla. El primero, Sal (Bryan Cranston), quien tiene un bar de mala muerte en el que suele pasar las noches. Junto con Larry van por el tercero de la banda, Mauler (Lawrence Fishburne), quien sorpresivamente ha encontrado a Jesús y se ha vuelto predicador.
Pero lo que motiva a Larry para encontrarse con sus viejos colegas no es la vil nostalgia, resulta que su hijo, enlistado en el ejército como ellos en su juventud, ha muerto en Irak en pleno combate y ahora tiene que ir a reconocer el cuerpo y asistir al funeral. Larry decide que lo mejor es acudir con sus viejos amigos.
Es así como esta cinta se convierte en un cálido, pero agridulce road trip donde los otrora amigos, hoy casi extraños, comienzan a recordar el pasado.
La personalidad cínica y rebelde de Sal contrasta con el recato y la prudencia de Mauler y ambos funcionan como diablo y ángel de un Larry que desde aquellos días en Vietnam siempre se dejó llevar por lo que sus amigos le decían.
Manteniendo el estilo de sus cintas previas con grandes diálogos escritos con agudeza e inteligencia, desplegados en largas secuencias donde los personajes hablan y hablan (al estilo de la trilogía Before), pero sin aburrir nunca al respetable, el tema principal de esta buddy movie crepuscular no es tanto el paso del tiempo ni la pertinente e inteligente crítica a la guerra y a la milicia: en el centro de todo está la mentira, las que nos dice el Estado, las que dijimos en el pasado, las que nos decimos todos los días para mantenernos vivos.
Linklater, ya de 57 años, mira hacia atrás con nostalgia, coraje, con melancolía, en una cinta madura, bien actuada y mejor escrita que en cierta forma invita a ver de nuevo hacia adelante no sin antes preguntarse ¿qué hemos hecho?, ¿qué vamos a hacer?