Bellas de Noche: el México que ya no existe

21 de Noviembre de 2024

Bellas de Noche: el México que ya no existe

SALÓN ROJO | La columna de Alejandro Alemán

Alejandro Alemán

Su curvilínea figura y su contonear erótico dominó la vida nocturna de la ciudad de México en la década de los 70 y 80. El imaginario colectivo de toda una generación encontró en su canto, en su baile y en sus desnudos el alimento para sus fantasías eróticas. Los medios las llamaban despectivamente “encueratrices”, pero ellas se autonombraron vedettes.

En Bellas de Noche, la ópera prima de María José Cuevas, la documentalista busca a algunas de las vedettes más famosas de México para que cuenten su historia frente a la cámara. Wanda Seux, Olga Breeskin, Rosy Mendoza, Princesa Yamal y por supuesto, Lyn May, relatan con gran ilusión los inicios de su carrera, la conquista de la fama, el baile y el cuerpo perfecto que las convirtió a todas ellas en objeto del deseo de toda una generación.

Eternas enamoradas del espejo, cuidadosas aún en estos años de su figura y de su maquillaje, todas ellas se dejan atrapar por la cámara con renovado ánimo, se prueban de nuevo sus viejos atuendos, bailan, cantan, recuerdan aquellos años en que los hombres de todo el país las deseaban.

Del glamour de una Olga Breeskin y su violín (“todos queremos ver a Olga”), al ritmo casi tribal y lascivo de una Rossy Mendoza o la sinceridad de Lyn May que confiesa sus dos actividades favoritas hoy día: el deporte y el sexo.

Lo que inicia como un gozoso documental de nostalgia, inevitablemente se topa con la implacable realidad: el abandono en que viven muchas de ellas al haber perdido la gran fortuna que habían ganado (ya sea por la droga, o la mala administración) y la lucha actual contra la pobreza, contra la enfermedad, y contra el tiempo. Y es que, aunque en sus rostros es notorio el paso implacable de los años, muchas de ellas aún mantienen una figura envidiable, digna de unas auténticas divas.

El teatro y los grandes escenarios le dieron paso al tubo y al table. El ejercicio lúdico de quitarse la ropa se democratizó: ya no hay vedettes sino simples teiboleras. Pero al menos queda el registro en trabajos como este, que habla de un país lejano de lentejuelas y oropel, de fiesta y vida nocturna de un México que ya no existe.