Uno de los grandes problemas que tenemos en México es que ocurren tantos acontecimientos que a veces o, mejor dicho, muchas veces dejamos de lado cosas importantes que están sucediendo en el mundo e incluso en nuestro país.
Tuvimos la magna inauguración del aeropuerto Felipe Ángeles; estamos inmersos en la votación del próximo 10 de abril y en estos días se celebrará la Convención Bancaria en Acapulco, como en los viejos tiempos, por citar algunos eventos que, si bien merecen la atención, opacan otros que ominosamente están creciendo, como es el problema de la economía.
Lo que está resultando con la deleznable invasión rusa a Ucrania, que no ha sido tan sencilla para el ejército ruso, por lo visto muy diferente al ejército rojo, es un cambio sustancial en la forma en que se venían desarrollando la política y la economía en el mundo, y todos, absolutamente todos los países, en mayor o menor medida, están siendo afectados.
Por varios motivos, para nuestro país las señales son preocupantes. Uno de ellos es que el estar tan ligados a lo que hacen los estadounidenses nos condiciona en varios temas. Y lo estamos viendo con las decisiones que acaba de tomar el banco central de Estados Unidos, sin duda el banco central más poderoso del mundo, que ante una inflación no vista desde hace varios lustros está subiendo las tasas de interés para provocar una desaceleración de su economía, con consecuencias graves para nosotros, uno de sus principales proveedores de bienes y servicios.
Han reducido su expectativa de crecimiento del 4 al 2.8% para este año, lo cual hará que nuestras autoridades también rebajen pronto la estimación para nuestra economía, cuando mucho al 1%, lo cual dará al traste con la expectativa del gobierno de crecer en promedio sexenal al 4 por ciento.
Los analistas creen que la tasa de interés de referencia para este año llegará a casi 8% y el próximo a 9%, con lo cual el dinero barato se habrá acabado y las consecuencias económicas serán muy duras, sobre todo si se sigue con la política económica tradicional, que sin duda se parece mucho a la llamada “neoliberal”, instrumentada en los últimos tres años.
Temas como los que varios medios de comunicación han venido comentando, como el vaciamiento de fideicomisos que tenían una misión especial; la elevada tasa de informalidad que existe, y el papel cada día más preponderante del crimen organizado, que ya no sólo controla droga sino cualquier bien en muchos estados de la República Mexicana, lo cual encarece el precio de los productos por el derecho de piso, genera que los estadounidenses mejor le compren a los chinos muchos de los productos que nos compraban, porque son más baratos.
Con este panorama de recesión que se vislumbra y que algunos califican de estanflación, sería el momento oportuno para hacer una pausa, ahora que la palabra se ha vuelto de moda, y realizar una revisión de la política económica que se está aplicando, porque de seguir por el camino que vamos, la pobreza y la irritación popular crecerán irremediablemente, a pesar de las tarjetas y becas de bienestar.
Por poner un ejemplo, ¿qué se va a hacer para mantener un precio razonable de la tortilla, alimento fundamental de nuestro país y/o los fertilizantes que usan los pequeños propietarios que apenas sacan para vivir, ahora que la invasión a Ucrania está provocando en todo el mundo problemas de escasez de maíz, trigo y fertilizantes?
Desgraciadamente, a este gobierno le han tocado situaciones muy adversas, por lo que sería lógico pensar que es necesario un replanteamiento general de la política económica y social, para poder garantizar efectivamente mínimos decentes a la mitad de la población. Para ello, se requieren cambios fundamentales que afecten por primera vez en esta administración a quienes más tienen y pueden ir en helicóptero al nuevo aeropuerto.
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