En primer lugar, tenemos que reconocer al Inegi y al Coneval por la labor que realizaron al recopilar, analizar y poner a disposición de todos los documentos de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH 2022) y la medición multidimensional de la pobreza, respectivamente. Como hemos visto y leído, esto ha suscitado no solo una amplia difusión, sino también cierta controversia en algunos temas.
Siempre que se divulgan estadísticas sobre asuntos tan importantes como los mencionados es inevitable que surja la polémica, especialmente en la interpretación de los datos, que pueden ser y son utilizados con fines políticos por diversos actores, no solo de los partidos, sino también académicos y los llamados “grupos de interés”.
A esto debemos agregar la creciente polarización que está afectando al país, en muchos casos de manera completamente absurda. Esto distorsiona la percepción de la realidad.
En este contexto, considero necesario abandonar el enfoque extremo del todo está bien o todo está mal. Los datos reflejan aspectos claros y oscuros, no tanto de polarización, sino de interpretación, que deberían impulsar el avance en la resolución de uno de los problemas más apremiantes a nivel mundial y concretamente en nuestro país: la pobreza.
Según la información que hemos recibido y que ha sido ampliamente publicada, la población en situación de pobreza se ha reducido gracias a los notables aumentos en los salarios, los programas sociales y las pensiones y jubilaciones. Sin duda, el salario ha sido el factor clave en este logro, el cual constituye un objetivo central de la actual administración pública y que se ha cumplido año tras año. Además, en combinación con la pensión para adultos mayores, se ha logrado reducir el número de personas en situación de pobreza multidimensional, pasando de 51.9 millones a 46.8 millones entre 2018 y 2022.
Esto es un hito sin precedentes en la historia moderna de nuestro país en un período de cuatro años. No obstante, también es importante mencionar que la cantidad de personas en situación de pobreza extrema ha aumentado en estos mismos años, pasando de 8.7 a 9.1 millones.
Uno de los temas que se dice debe ser revisado es el programa de pensión para adultos mayores, es decir, el apoyo universal para personas mayores de 65 años, ya que, en términos de reducción de la pobreza, su impacto no ha sido el esperado.
Esto quizás se deba a que los diseñadores no tuvieron en cuenta varios factores de las personas elegibles para recibirlo y, como podemos observar, aquellos que están siendo más beneficiados son en su mayoría de clase media hacia arriba, en comparación con aquellos que se encuentran por debajo de la línea de pobreza. Esto ocurre debido a las condiciones de vida de los menos favorecidos.
También es urgente una revisión detallada de algunos de los programas y acciones, destacándose, como plantea el documento del Coneval, la dramática situación en lo que respecta a la atención de la salud y a la educación media superior y superior.
Esta revisión debe abrir la posibilidad de una nueva etapa en los programas sociales, sin abandonar los exitosos, como la pensión para adultos mayores, a pesar de que concentra los ingresos, y las becas universales a la educación media superior. Se debería considerar, por ejemplo, la implementación de un apoyo, también universal, para la niñez, al menos para los menores de seis años, como han propuesto muchos expertos.
Este apoyo permitiría que las personas en situación de pobreza que tienen hijos puedan compensar, en parte, la pensión para adultos mayores que no reciben por no alcanzar la edad. Además, tendría efectos redistributivos.
Es crucial avanzar con los programas exitosos, ya que es vergonzoso que sigamos teniendo más de 45 millones de compatriotas en situación de pobreza.
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