El Senado de la República, a través del Instituto Belisario Domínguez, acaba de publicar un interesante estudio denominado “Elementos y Consideraciones para una Nueva Reforma Hacendaria”, elaborado por los investigadores José Luis Clavellina, Mario Iván Domínguez y Vladimir Herrera del citado Instituto.
Es un estudio muy oportuno, ya que el gobierno federal ha planteado que para el ejercicio fiscal del año que viene se presentará una propuesta de reforma fiscal, aunque con el cambio de secretario y después de algunas declaraciones del Presidente de la República, no es claro si ocurrirá con certeza. Lo que sí es ineludible, a mi juicio, más allá de la discusión, es que el gobierno necesita más recursos para sus programas.
Como bien dice el estudio, desde hace años una de las características de la economía mexicana ha sido la insuficiencia de recursos públicos para financiar los bienes más básicos, como salud, educación y seguridad, entre otros. Además, llevamos los dos años de la presente administración sin incrementos sustanciales, por lo menos en educación y salud.
Si nos atenemos a algunas de las cifras del estudio, vemos que del total de países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), somos el último lugar en recaudación del gobierno. Por ejemplo, mientras que Noruega recauda casi el 55% como porcentaje del Producto Interno Bruto, nuestro país solo lo hace en 22%, es decir, menos de la mitad que el país europeo. Incluso, Colombia recauda casi el doble, o sea, 41 por ciento.
Aunque la recaudación del Impuesto Sobre la Renta ha aumentado en relación con años pasados, también lo ha hecho el gasto, sobre todo el social, lo cual era necesario, pero estamos frente a lo que comentó esta semana el primer secretario de Hacienda de este gobierno, Carlos Urzúa, que vamos para un ciclón al final del sexenio si no se hace nada.
Sin duda, ha habido avances importantes en materia fiscal, como bien ha escrito Magdalena Galindo refiriéndose a que, a pesar de que se ha dicho que no habría reforma fiscal en estos primeros años, en realidad sí ha existido. Sabemos que se ha podido recaudar cerca de un billón de pesos de las grandes empresas, gracias a las modificaciones legales que hicieron más difícil el papel de las factureras, y la modificación a la Constitución Política que impide condonar impuestos, contrario a lo sucedido durante los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, en los que se calcula se perdonaron impuestos por valor de un billón 300 mil millones, según la académica Galindo y, agregaría yo, que fue un gran negocio de cabildeo de líderes políticos, miembros del Congreso de la Unión y otros.
Para poder satisfacer las propuestas que tiene el gobierno sobre el Tren Maya, el Aeropuerto Felipe Ángeles y la Refinería Dos Bocas, más las que ha prometido, como la de incrementar los recursos para el programa de adultos mayores y pasar de los dos mil 700 a seis mil pesos bimestrales, reduciendo la edad de 68 a 65 años, se necesitan sin duda recursos adicionales y en grandes cantidades.
Los investigadores del Belisario Domínguez mencionan algunas posibilidades de ingresos adicionales, como impuestos sobre la renta más progresivos, sobre todo en el decil de mayores ingresos, mismo que, según la CEPAL, paga tasas inferiores a las que paga la llamada clase media; aplicación de impuestos al patrimonio, ampliar los impuestos ambientales y gravar la economía digital, entre otros.
Lo que ya es incuestionable es la necesidad de una verdadera reforma fiscal que le dé mayores recursos al gobierno para atender no solo sus grandes proyectos, sino, como hemos mencionado líneas arriba, a la educación y salud. Ambos son rubros que no han sido considerados como importantes hasta ahora en los presupuestos, pero lo son para millones de mexicanos.
Economista interesado en los temas de combate a la corrupción y la pobreza.
Síguenos en @EjeOpinion